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Que se caiga lo que esté flojo

Marta Isabel González, Columnista, Más Colombia

Marta Isabel González

Ingeniera de Diseño de Producto, Magíster en Mercadeo, creadora de La Vendedora de Crêpes.

¿Cuántas cosas cargamos en la vida? ¿Cuánto peso arrastramos sin saber a veces por qué o para qué? Este día vino con un mensaje claro: puedo ser sostenida. Hace una semana retomé después de 10 años mis clases de danza aérea: exacto, esas telas de las que la gente se cuelga y da vueltas y hace maromas imposibles como en el Circo del Sol.       

Obviamente, yo nunca estaré en el Circo del Sol. A duras penas logro subirme en medio de muchos gritos y muchas risas por lo mala que soy, pero además del bienestar físico y mental que me traen estas clases, porque son una desconexión total del mundo y sus preocupaciones, hoy una compañera de clase me dejó una enseñanza: a veces hay que dejarse caer, literal y metafóricamente.

Imagen: Cortesía de Marta Isabel González,

Estamos tan acostumbrados a cargar con todo sin pensar si podemos o no que no sabemos cómo soltar, no sabemos confiar en que hay un plan para cada uno de nosotros y que, por lo menos de vez en cuando, podemos dejarnos caer porque hay una red que nos sostiene. En mi caso, esa red se llama Dios.

La confianza, como cualquier músculo, se fortalece usándola y para poder confiar hay que soltar y dejarse caer. No quiero decir con esto que esté bien ser perezoso o irresponsable, sino que a veces tratamos de controlar todo, de tener todo fríamente calculado y la verdad es que no podemos controlar nada.

Podemos, eso sí, dar lo mejor de nosotros y esperar que el resultado sea el mejor, pero donde nos enredamos es entendiendo que el resultado siempre es el mejor. Que no esté de acuerdo con nuestros planes es otra historia, pero si hacemos bien nuestra parte podemos confiar en que ese resultado es el que debía ser. Que se caiga la estantería no siempre es algo malo; el truco está en entenderlo.

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