Inicio  »  Columnistas  »  Cargadora de edificios profesional

Cargadora de edificios profesional

Marta Isabel González, Columnista

Marta Isabel González

Ingeniera de Diseño de Producto, Magíster en Mercadeo, creadora de La Vendedora de Crêpes.

¿Alguna vez has cargado un edificio de 20 pisos? Yo tampoco, pero hoy solté uno y me dolió soltarlo. Peso 49Kg, mido 1,63m y en contra de toda lógica me convertí en cargadora de edificios profesional (tranquilo que es una metáfora).

Tengo un amigo al que regaño porque siempre quiere ser decente, dice verdades a medias porque no quiere herir a nadie y porque hay que hacer lo correcto. Dicen que cuando uno critica algo es porque uno también hace ese algo. Hoy entendí que los regaños de mi amigo también eran para mí.

Le puede interesar: Se me acabó la envidia

Llevaba años (literalmente) llevando una carga pesada, como un edificio, porque no quería ser una mala persona y porque pensé que era lo correcto. Una carga que me abría heridas (del alma, afortunadamente no voy por la vida con la piel abierta) y que no me permitía (permite) sanar. Esto pasó hoy, pero hablo en pasado porque quiero creer que las cosas van a cambiar. Hoy mandé mi carta de renuncia; ya no quiero cargar edificios.

Hoy, mientras escribía mi carta de renuncia al puesto de cargadora de edificios profesional, alcance a dudar si debía mandarla. ¿Cómo voy a vivir sin el edificio? ¿Tengo que cargar otra cosa? ¿Por qué me da miedo soltar el edificio si me hace tanto daño?

No tengo idea, pero me imagino que es porque somos animales de costumbres y cuando nos acostumbramos a vivir con un dolor, se nos olvida cómo es la vida sin él y nos da miedo vivir una vida que no conocemos.

También le puede interesar: Carta abierta a RCN y Caracol

La buena noticia es que ese miedo que sentimos se debe a un mecanismo de defensa que tiene el cerebro para intentar mantenernos vivos y no a que realmente haya algo a lo que debamos tenerle miedo.

Consejo que nadie me ha pedido: suelta tu edificio, manda tu carta de renuncia. Si te pareces en algo a mí (los seres humos somos casi todos lo mismo pero en diferente orden), puedo decirte que es probable que para poder soltarlo llores, patalees, creas que no vas a poder y te invada una sensación de terror al renunciar oficialmente a cargar tu edificio, pero después de eso llega un cansancio infinito y paz.

Una paz agridulce porque todavía falta enfrentar el mundo sin tu edificio al hombro, pero aunque agridulce esa paz te confirma que hiciste lo correcto. Estoy muerta de miedo, pero ya no tengo un edificio encima.

Salir de la versión móvil