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miércoles, 17 de diciembre de 2025
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En Colombia hay más arrendatarios que propietarios de vivienda

Casi la mitad de los hogares en Bogotá vive en casas en arriendo, un cambio que refleja el alto costo del crédito, la informalidad laboral y la transformación de la vivienda en un servicio del mercado.
En Colombia hay más arrendatarios que propietarios de vivienda

 El mercado de casas en arriendo en Colombia sigue una tendencia similar a la de otros países de América Latina, donde crece el número de hogares que optan por arrendar en lugar de comprar. 

Según la CEPAL, Colombia es el país de América Latina con mayor proporción de inquilinos (46,6%), una cifra que supera ampliamente el promedio regional del 20% y el de economías desarrolladas como Europa (30%) y Norteamérica (33%).


Sin embargo, Colombia destaca por tener una proporción de arriendos mucho mayor que la media regional. Este cambio no responde a una transformación abrupta, sino a un proceso estructural vinculado con la financiarización de la vivienda, como explica la urbanista Raquel Rolnik, quien advierte que el hogar ha pasado de ser un derecho social a convertirse en un activo financiero dentro del mercado global.

Entre 2017 y 2021 se crearon 334.000 nuevos hogares arrendatarios en Bogotá. En el mismo ciclo, el mercado formal solo sumó 50.000 viviendas disponibles para arriendo (2016–2022). El vacío lo llenan casas en arriendo informales, pagadiarios, inquilinatos y subdivisiones sin estándares de seguridad ni salubridad.

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El auge del arriendo y el cambio en el acceso a la vivienda

Desde el año 2000, el número de hogares que viven en arriendo en Colombia ha crecido más de un 20 %, según la Cepal. Este aumento responde a una combinación de factores económicos y sociales: las altas tasas de interés hipotecario han limitado la compra de vivienda; la inflación y la pérdida de poder adquisitivo han reducido la capacidad de ahorro.

Por otra parte, la precariedad y la informalidad laboral dificultan el acceso a créditos formales; y, finalmente, los nuevos estilos de vida (marcados por el trabajo remoto y el aumento de los hogares unipersonales) han impulsado una preferencia creciente por la flexibilidad que ofrece el arriendo frente a la propiedad.

La financiarización de la vivienda: cuando el hogar se vuelve un activo
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La financiarización de la vivienda: cuando el hogar se vuelve un activo

El auge de las casas en arriendo responde a una tendencia global conocida como financiarización de la vivienda, un concepto desarrollado por la urbanista brasilera Raquel Rolnik. Según ella, la vivienda dejó de ser un derecho social y un bien de uso para convertirse en un activo financiero, integrado a los circuitos globales del capital.


Rolnik advierte que, tras la crisis financiera de 2008, los fondos de inversión y las empresas inmobiliarias vieron en el arriendo una nueva frontera para la rentabilidad. En sus palabras, “la vivienda se transformó en un vehículo de extracción de valor”, desplazando el objetivo de habitar hacia el de invertir.

En América Latina, esta dinámica se materializa con el ingreso de actores internacionales como Greystar, de Estados Unidos, y AshmoreAVENIDA, el fondo inglés de inversiones presente en Chile, Colombia y Perú, que desarrollan proyectos multifamily: edificios de propiedad única donde todas las unidades se arriendan de manera estandarizada. A la par, crecen los modelos de coliving y las plataformas digitales que convierten los hogares en flujos de renta globalizados. 

Esta expansión formal convive con el arriendo informal en barrios populares, donde pequeñas rentas domésticas sostienen economías familiares precarias y sin regulación. 

Bogotá se consolida como una ciudad de arrendatarios.
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El desafío urbano: garantizar vivienda digna en una ciudad de inquilinos

Bogotá se consolida como una ciudad de arrendatarios. El mercado de casas en arriendo seguirá creciendo a medida que el crédito siga siendo costoso y la propiedad menos accesible.

El reto para la política pública será garantizar que el alquiler no se traduzca en precariedad. El futuro de la vivienda en Bogotá dependerá de si el Estado logra regular un mercado en expansión sin frenar la inversión, promoviendo al mismo tiempo seguridad jurídica y precios justos.

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Como advierte Raquel Rolnik, “la batalla por la vivienda hoy es también una batalla por el derecho a la ciudad”.