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Crisis climática y pérdida de biodiversidad: mujeres y niñas en situación de pobreza enfrentan el mayor riesgo

La Crisis climática y la pérdida de biodiversidad han llevado a que el 90% de la población viva en zonas con aire contaminado. Esto agrava las enfermedades respiratorias y aumenta la carga de cuidados para las mujeres.

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El informe de ONU Mujeres presentado en la COP16 Gender and biodiversity compara diferentes escenarios y evalúa los impactos del aumento de la crisis climática y la pérdida de la biodiversidad en mujeres y niñas.

El informe analiza el calentamiento global de 1,5°C, 2°C y 3°C e identifica un riesgo significativo de extinción de especies, un aumento en el matrimonio infantil debido a la pobreza y un deterioro de la salud en las comunidades, lo que incrementa la carga de trabajo no remunerado para las mujeres.

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Sectores como la pesca, donde las mujeres tienen una participación crucial, también se verían afectados, generando problemas de seguridad alimentaria. En el peor de los escenarios, con un incremento de 3°C para 2050, se estima que habría 260 millones de mujeres en situación de pobreza y 150 millones desplazadas por el cambio climático.

La crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire representan serias amenazas para la salud global. Según el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), la contaminación del aire es la segunda causa de muerte en el mundo. Alrededor de 1,15 millones de áreas costeras muestran signos de contaminación, y 320 millones de personas sufren las consecuencias de la degradación del suelo. Dado que las mujeres dependen en mayor medida de sectores económicos como el turismo, la agricultura y los cultivos forestales, cualquier impacto en la productividad del suelo o deterioro del paisaje podría reducir significativamente sus ingresos y calidad de vida.

Sequía y desigualdad, el matrimonio infantil como consecuencia

Existe una clara variación entre las altas tasas de matrimonio infantil y las áreas con escasez de agua y condiciones áridas. En estas regiones, las familias enfrentan dificultades económicas que las llevan a considerar el matrimonio de sus hijas como una solución para mejorar su situación económica. El informe Gender and biodiversity también arroja que este fenómeno se observa en principalmente en las regiones de Asia, África y Medio Oriente

Este vínculo se puede explicar por la presión económica que enfrentan las familias en contextos de pobreza extrema y recursos limitados. Al casar a sus hijas, buscan reducir la carga económica y asegurar alianzas que, aunque temporalmente puedan parecer beneficiosas, perpetúan ciclos de desigualdad y privan a las niñas de sus derechos fundamentales, como la educación y la salud.

Sin embargo, esta tendencia no se refleja en América Latina y el Caribe, donde los índices de matrimonio infantil son más altos en las zonas húmedas que en las áridas. 

Los conglomerados más áridos de América Latina tienden a ser significativamente más húmedos que los de otras partes del mundo. Por lo tanto, los efectos de la escasez de agua no se sienten tan intensamente en esta región. La falta de datos sobre las áreas más áridas dificulta una evaluación completa de si esta asociación se mantiene en América Latina y el Caribe en su conjunto. Esto sugiere la necesidad de investigar más a fondo las dinámicas socioeconómicas y culturales que influyen en las uniones infantiles o tempranas en contextos donde la aridez no es el factor predominante. 

Existe una brecha en la propiedad de tierras agrícolas entre hombres y mujeres

La propiedad de tierras agrícolas a nivel mundial muestra una clara disparidad de género, con los hombres que son dueños de una porción significativamente mayor. Esta desigualdad, según el informe Gender and biodiversity, influye directamente en las decisiones sobre el uso de la tierra y los insumos agrícolas, lo que a su vez afecta las prácticas de cultivo y el medio ambiente.

En muchos países en desarrollo, como es el caso de Colombia, la disminución de la participación de la industria en el Producto Interno Bruto y las exportaciones ha llevado a una mayor concentración en productos básicos como el petróleo, carbón, frutas tropicales y flores. Esto significa que, aunque las mujeres pueden tener menos probabilidades de usar pesticidas y otros productos químicos, este fenómeno no se solo explica por una diferencia de género, sino por la desigualdad estructural que enfrenta el sector agrícola en su conjunto.

En el caso de cultivos como las frutas tropicales y flores, que son productos clave en la canasta exportadora de Colombia, el uso intensivo de fertilizantes puede aumentar los rendimientos y la calidad, lo que resulta esencial para competir a nivel global. Sin embargo, este enfoque ha llevado a una dependencia de insumos químicos, lo que perjudica tanto al medio ambiente como a la salud de los agricultores. 

Las comunidades que dependen en mayor medida de la pesca suelen ser las que están en situación de pobreza. Las mujeres, que a menudo emplean métodos artesanales, se ven desproporcionadamente afectadas. Según la FAO, en 2022, cerca del 40% de los 1,5 millones de pescadores artesanales en América del Sur eran mujeres. A pesar de ello, la formalización laboral es baja, con solo el 17% de las mujeres trabajando en condiciones formales según la Food and Agriculture Organization of the United Nations.

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La crisis climática y la pérdida de biodiversidad acentúa las labores de cuidado no remuneradas 

La sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerados, que recae desproporcionadamente en las mujeres, está estrechamente relacionada con las zonas más afectadas por la pérdida de biodiversidad. Factores culturales y económicos, como la limitada accesibilidad de las mujeres a recursos y oportunidades, las relegan a roles de cuidado, restringiendo su capacidad para participar en actividades productivas y afectando su bienestar.

Estudios exhaustivos sobre el uso del tiempo han revelado que el trabajo de cuidado no remunerado, realizado predominantemente por mujeres, representa un sorprendente 22% del PIB mundial. Esta cifra, superior a la contribución de sectores como el petróleo, evidencia la importancia económica y social de este trabajo, a menudo invisibilizado.

Como lo ha señalado María Noel Vaeza, directora de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe, la falta de reconocimiento y valoración de este trabajo perpetúa las desigualdades de género y limita las oportunidades de las mujeres para participar plenamente en la economía y en la toma de decisiones.

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