Derrumbe en la vía Panamericana deja como alternativa ‘El trampolín de la muerte’
El derrumbe en la vía Panamericana a la altura del municipio de Rosas (Cauca) y la necesidad que tienen muchos de utilizar como vía alterna el “trampolín de la muerte” le han recordado al país la importancia de invertir en sus vías.

No cabe duda de que Colombia tiene una crisis de infraestructura vial, tanto en vías principales como en variantes y vías secundarias y terciarias. Derrumbes, falta de mantenimiento, infraestructura de alta peligrosidad y problemas de conectividad entre centros poblados cuando se presentan bloqueos siguen siendo un problema para Colombia.
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Esto ha sido particularmente visible con el derrumbe ocurrido en la carretera Panamericana, a la altura del municipio de Rosas (Cauca), el pasado 9 de enero. El accidente ha dejado sin conexión terrestre al sur del país con el interior, lo que ha generado un fuerte impacto social y económico.
La situación es tan grave que Bancolombia aumentó su pronóstico de inflación al 13,9% anual en promedio para el primer trimestre de 2023. La decisión estuvo motivada, en parte, por el efecto que ha tenido el cierre de la vía Panamericana en la economía colombiana, especialmente teniendo en cuenta la importancia de la producción agropecuaria del departamento de Nariño para el abastecimiento alimentario del país.
Vía Panamericana: hilo conductor desde Alaska hasta Buenos Aires
La vía Panamericana es un conjunto de carreteras de más de 17.800 km, que conectan a América desde el Estado de Alaska hasta la ciudad de Buenos Aires, con excepción de unos 130 kilómetros en la región del Darién, entre Colombia y Panamá. Fue concebida en la V Conferencia Internacional de los Estados Americanos en 1923.
En Colombia, la Panamericana recorre varios departamentos: Antioquia, Caldas, Risaralda, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, y es la ruta principal para abastecer con combustible al sur del país, así como también es la vía por la que transita la producción agrícola de Pasto, Ecuador y Perú hacia otras regiones de Colombia.
Factores que bloquean el tránsito por carretera, como los recientes derrumbes que se vienen presentando en los últimos meses a causa de la ola invernal que no cesa, hacen muy vulnerable al país y dejan en evidencia la alta dependencia del transporte por carretera, frente a la desaparecida e incipiente estructura férrea con la que contaba Colombia en siglo pasado.
Según los datos de la Federación Colombiana de Transportadores de Carga por Carretera (Colfecar), con lo acontecido por el derrumbe en la Panamericana, a la altura del municipio de Rosas en Cauca, cerca de 2% del total de transporte nacional de carga se ha visto afectado.
Esta alta dependencia de las principales carreteras de Colombia muestra también la deficiencia, en materia de estabilidad y capacidad, de las vías alternas. Sin embargo, la historia no es nueva, pues problemas como estos los ha enfrentado el país a lo largo de su historia.
El trampolín de la muerte
Una de estas vías alternas a la Panamericana es la que conecta al alto Putumayo con Mocoa, conocida como “El trampolín de la muerte”. Ese paso permite la conexión con Pasto por el municipio de Sibundoy en Putumayo.
Simón Uribe, politólogo, doctor en Geografía y director del documental sobre esta vía, Suspensión, cuenta la historia de la carretera del Putumayo y lo que esta refleja de la manera como el país ha entendido la región amazónica: una zona para la extracción minera.
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Su construcción fue ordenada como respuesta a la falta de vías para la circulación de vehículos. Las labores de construcción iniciaron hace cerca de 90 años, en la década de 1930, y tomaron cerca de quince años, debido a los desafíos técnicos que representaba construir una vía en esa topografía tan difícil.
Con esa carretera se logró el reemplazo de un camino de herradura de la época colonial, que había sido construido por los capuchinos con mano de obra indígena y campesina, explica el experto.
“Desde su inauguración, en el año [19]44 o [19]45, se evidenció que era una carretera que no tenía las condiciones de transporte en términos de movilidad y características técnicas de seguridad. Desde ese momento la carretera se vuelve como una imagen de abandono y aislamiento geográfico”, explica Uribe, quien agrega que es una vía con muchos precipicios en la que se presentan derrumbes con frecuencia.
“Es una historia de tragedia” desde sus inicios. “De ahí toma su nombre de ‘El trampolín de la muerte’, como esa imagen del descenso geográfico desde la parte alta del Putumayo hasta Mocoa, como un retrato de peligro, de aislamiento, de riesgo y del abandono”, señala.
En la actualidad, pareciera que el paso del tiempo solo se percibe por el tránsito de los vehículos actuales y no porque las entidades responsables de las vías hayan tomado cartas en el asunto. Todavía hoy, la vía representa un alto riesgo para quienes transitan sus 80 km.
El trazado de esa vía alterna atraviesa por sinuosos y bellos paisajes que anuncian la llegada a la selva amazónica, y los abismos que acompañan la carretera estrecha y sin pavimentar han llevado a muchos a la muerte.
Entre los muchos accidentes, los habitantes de la zona recuerdan la caída de un bus de la compañía Cootransmayo, arrastrado por la fuerza de un alud hacia el abismo el 22 de julio de 2008. El accidente acabó con la vida de 23 personas y dejó otras 22 heridas.
El accidente más reciente fue transmitido por el Diario del Sur, ocurrido el domingo 22 de enero, cuando un vehículo doble troque que transportaba arroz se volcó hacia uno de los abismos de la vía. Por fortuna, el accidente no dejó muertos ni heridos, en el momento del accidente, el conductor se encontraba por fuera del vehículo.
El Trampolín de la muerte retrata a cabalidad el déficit de infraestructura vial que padece el país. El hecho de que tanto el transporte de carga como el de personas todavía transite por esta ruta, así como el enorme impacto social y económico que está teniendo el derrumbe de Rosas, revela mucho sobre las deficiencias del transporte terrestre a nivel nacional.
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