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viernes, 17 de enero de 2025
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El mapa de un cerebro

Guillermo Guevara Pardo, Columnista, Guillermo Guevara

Guillermo Guevara Pardo

Licenciado en Ciencias de la Educación (especialidad biología) de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, odontólogo de la Universidad Nacional de Colombia y divulgador científico.

Una corriente de aire la hizo entrar por una ventana. Con las delicadas antenas captó aromas que ya conocía, pero no sabía qué los producía; el pequeño, pero sofisticado computador orgánico de la cabeza ordenó a sus hermosos ojos de color rojo intenso fijarse en algo oblongado y volar hacia allá.

Horas antes había encontrado un macho que liberaba excitantes feromonas y cantaba baladas de amor; ella lo escogió para que la fecundara. Aterrizó sobre el objeto y con la probóscide saboreó un bocado lleno de apetitosos azúcares, al instante supo que era apropiado para dejar ahí los preciados huevos. 


La alada hembra se apoda «mosca de la fruta» o «mosca del vinagre», pero en el mundo de la biología la conocen como Drosophila melanogaster, nombre con el cual un entomólogo alemán bautizó a todos los de su especie siguiendo las reglas establecidas por el sueco Carl von Linné.

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Aunque el insecto no es para nada querido por campesinos y mercaderes de la fruta, sí es apreciado por quienes escrudiñan los secretos de la vida y hacen ciencia con él en muchos laboratorios del mundo. Su estudio ha aportado importantes conocimientos de otras especies biológicas, incluido el hombre mismo.

Los pocos días de existencia de su ciclo de vida los puede pasar sin mayores problemas en un recipiente de vidrio, alimentándose con una sencilla poteca de banano. 

Las investigaciones con el díptero han permitido, hasta hoy, que nueve científicos ganaran un Nobel, el primero de los cuales se otorgó en 1933 a Thomas Morgan por demostrar que los cromosomas son las estructuras portadoras de los genes, corroborando de paso las leyes del abad Gregor Mendel.


Desde el año 2000 se sabe que el genoma de drosófila tiene unos 15.000 genes (el humano posee 20.000). El insecto comparte con nosotros 60% de su información genética, además, 85% de los genes relacionados con enfermedades en humanos también existen en la mosca de la fruta.

Aunque tiene una apariencia muy simple, el animalito exhibe comportamientos sofisticados como volar, recordar eventos pasados, cantar, ver, oír, oler, caminar, buscar pareja, orientarse, eludir amenazas con rapidez, etcétera. Todo lo hace con su diminuto cerebro que no le permite, eso sí, saber quién es ella.

A principios del pasado mes de octubre un grupo internacional de científicos llamado Consorcio FlyWire (287 investigadores y 76 laboratorios de todo el mundo) presentaron en la revista Nature el primer mapa completo del cerebro de una hembra adulta de D. melanogaster. En 1986 se cartografió el del milimétrico gusano Caenorhabditis elegans, formado por 302 neuronas y 5.000 sinapsis (conexión entre dos neuronas), trabajo que mereció el premio Nobel de Medicina de 2002. 

En 2023, tras 12 años de trabajo, se mapearon las 3.000 neuronas y casi 550.000 sinapsis del cerebro de la larva de drosófila. El mapa que se acaba de publicar lo forman 140.000 células neuronales y 55 millones de conexiones, un cerebro muy pequeño, pero suficiente para que la mosca resuelva sus problemas existenciales.

Para trazar el mapa se hicieron 7.000 cortes muy finos de un cerebro del tamaño de una cabeza de alfiler y se tomaron 25 millones de imágenes usando microscopios electrónicos de alta resolución. Toda esa información se manejó con la ayuda de un programa de inteligencia artificial que identificó cada una de las neuronas y sus conexiones, pero los científicos tuvieron que hacer a mano más de tres millones de correcciones. 

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El programa identificó 8.400 tipos de células en el cerebro de la mosca, 4.581 de las cuales resultaron ser nuevas para la ciencia y trazó con mayor precisión los circuitos para funciones particulares como el movimiento y la visión, además obtuvo información sobre los neurotransmisores producidos por cada neurona. Un neurotransmisor es una sustancia química que se libera en el espacio sináptico y permite el paso del impulso nervioso de una a otra neurona.


El extraordinario logro alcanzado con el mapa de este insecto es el paso inicial para hacer cartografía del cerebro de pequeños mamíferos, como el ratón, y más adelante, cuando se haya desarrollado la tecnología apropiada, dar el salto hacia el mapeado del cerebro humano (100.000 millones de neuronas y billones de conexiones sinápticas). Un dato para apreciar la magnitud de esa tarea: en mayo de este año se mapeó 1 milímetro cúbico de cerebro humano donde se encontraron 53.000 neuronas y 150 millones de conexiones.

El mapa cerebral de la mosca de la fruta tendrá importantes aplicaciones médicas e impulsará avances en el campo de las redes neuronales artificiales. Es un camino hacia el mejor entendimiento de enfermedades neurológicas como la demencia, el párkinson o el alzhéimer, identificar circuitos nerviosos donde algo no funciona adecuadamente y eventualmente curar o prevenir. 

Será una ventana para comprender de qué manera la interacción entre cerebro, cuerpo y medio ambiente genera un fenómeno tan particular como es la conciencia.