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lunes, 10 de febrero de 2025
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Hay 733 millones de personas con hambre y el desperdicio de alimentos ronda los 1.000 millones de toneladas al año

Mientras millones enfrentan el hambre y la desnutrición, en otras latitudes el desperdicio de alimentos y la obesidad, marcan la agenda.

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Nadie lo duda, vivimos en un mundo enrevesado, en el que unos sufren por mucho y otros por poco. La situación no es distinta en materia de alimentación, un rubro en el que el hambre y la desnutrición crónica contrastan con el desperdicio de alimentos y los problemas de obesidad y sobrepeso que enfrenta el mundo. 

Pero ¿cuáles son las principales cifras de estos flagelos y por qué deberían importarnos?


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733 millones de personas con hambre

A pesar de los múltiples avances tecnológicos que se ven todos los días, y que incluyen mandar robots a Marte y desarrollar Inteligencias Artificiales que parecen saberlo todo, la humanidad no ha podido acabar con el problema milenario del hambre. 

El hambre y la malnutrición tienen graves consecuencias en la salud y el bienestar de las personas: quienes padecen este flagelo son menos productivos, menos felices y más propensos a las enfermedades físicas y mentales, lo que a su vez dificulta que puedan mejorar sus medios de subsistencia en el mediano o largo plazo. 

De acuerdo con un estudio de la FAO publicado en 2024, alrededor de 733 millones de personas sufrieron hambre crónica en todo el mundo en 2023. La alarmante cifra de personas que carecen de manera persistente de alimentos seguros y nutritivos refleja un aumento de 150 millones de personas frente al año 2019, justo antes de la pandemia de Covid.

Además, 280 millones de personas sufrieron hambre aguda en 2023, lo que puso sus vidas en peligro inmediato. 


De no adoptar medidas urgentes, la FAO estima que 582 millones de personas podrían sufrir hambre crónica en 2030.

En Colombia casi 15 millones de personas no comen 3 veces al día

A pesar de ser un país tropical, con abundancia de tierras y manos campesinas y empresarias capaces de producir alimentos, Colombia enfrenta una situación de hambre preocupante. 

Alrededor de 14,6 millones de colombianos no están pudiendo consumir las tres comidas diarias. Según Andrés Bodensiek, experto colombiano en temas alimentarios, el 36,5% de los hogares en Colombia pasa hambre, la cifra más alta después de la pandemia. 

En nuestro país se importan alrededor de 14 millones de toneladas de productos agropecuarios y agroindustriales (UPRA) y las tierras agrícolas están subutilizadas, lo que empeora la situación de inseguridad alimentaria y pone a los colombianos en una situación de dependencia relativa frente a los flujos de comercio mundiales, que pueden verse afectados por factores externos como guerras y pandemias. 

De hecho, el país ya experimentó aumentos en los precios de los alimentos y los fertilizantes por la pandemia de Covid 19 y la guerra en Ucrania.

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A la par con el hambre, está aumentando el desperdicio de alimentos

Según un estudio que publicó PNUMA en 2024, en 2022 se desperdiciaron unos 1.050 millones de toneladas de alimentos (132 kilogramos por persona) en los hogares, los servicios de comidas y el comercio minorista, 119 millones de toneladas más que en 2021. 

Esta situación, que puede entenderse como una grave falla del mercado, hace que cada año se tiren a la basura alimentos por un valor aproximado de 1 billón de dólares. 


El desperdicio de alimentos no solo es un problema moral que dificulta resolver el hambre mundial, sino que tiene un grave impacto medioambiental. 

PNUMA calcula que “el desperdicio de alimentos genera entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (incluyendo tanto la pérdida como el desperdicio), y ocupa el equivalente a casi el 30% de las tierras agrícolas del mundo“. 

Además, los alimentos que se desperdician constituyen un foco de emisión de gas metano.

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La obesidad: otra dimensión del problema alimentario

En 2024, el Observatorio de Obesidad Global dio a conocer un estudio que según el cual más de mil millones de personas en el mundo viven con obesidad. Esta cifra está repartida entre casi 880 millones de adultos y 159 millones de niños y adolescentes de entre los 5 y los 19 años.

Sin duda, se trata de un fenómeno complejo, en el que se puede padecer obesidad o sobrepeso y desnutrición a la vez, y del que no se salvan las personas de altos ingresos ni de los países ricos. 

Según el Foro Económico Mundial, millones de personas viven en entornos “obesogénicos”, donde se combina una baja actividad física con el consumo excesivo de alimentos poco saludables, altos en azúcar, grasas, harinas y sal. 


Factores psicológicos, el aislamiento social, los trastornos genéticos y el uso de ciertos medicamentos también cuentan a la hora de entender el fenómeno. 

Hambre, desperdicio de alimentos y obesidad: el mundo está lejos de resolver el problema alimentario

Aunque desarrollos tecnológicos como los de la revolución Verde, los transgénicos y otras formas de biotecnología han permitido aumentar significativamente la producción de alimentos a nivel global, persisten desafíos básicos que impiden garantizarles a todos los seres humanos el acceso a alimentos inocuos en cantidad suficiente. 

A la par que millones de personas sufren hambre, por no poder acceder a alimentos suficientes, otros millones de personas padecen por el acceso a alimentos con contenidos de grasa, azúcar, harina y sal poco saludables, que contribuyen a agravar el problema de obesidad que afecta al mundo. 

Y, en el trasfondo, se tiene un sistema alimentario global que transporta a miles de kilómetros alimentos que se podrían producir y consumir localmente, y que presenta fallas de sobreproducción, procesamiento y mercado que agravan el desperdicio de alimentos, a pesar de que millones de personas los necesitan para llevar una vida sana.

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¿Cuál es la diferencia entre la pérdida y el desperdicio de alimentos?

La pérdida de alimentos ocurre a lo largo de la cadena de suministro alimentaria, desde la cosecha hasta el nivel minorista, pero sin incluirlo. En contraste, el desperdicio de alimentos se da a nivel de la venta al por menor y el consumo. Para la FAO, los alimentos a los que se les dan otros usos económicos no se consideran como pérdida o desperdicio de alimentos. Es el caso de los piensos y los biocombustibles. Tampoco se incluyen en la pérdida y el desperdicio de alimentos las partes no comestibles de los alimentos.