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miércoles, 11 de diciembre de 2024
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La guerra en Ucrania

Manuel Guillermo Sarmiento, Columnista

Manuel Guillermo Sarmiento García

Profesor Emérito de la Universidad Externado de Colombia. Director del Departamento de Derecho del Transporte e Infraestructura de Transporte.

Desde el pasado 24 de Febrero, cuando estalló la guerra en Ucrania con la invasión de las fuerzas armadas rusas, la prensa del mundo y la de Colombia en particular se han enfocado en el análisis de este conflicto que amenaza con perturbar la paz mundial.

Pero este análisis se ha concentrado principalmente en los dramas humanos que genera una guerra: las familias divididas que huyen a los países fronterizos, los padres que deben abandonar a sus hijos, los niños y los ancianos que se refugian en las estaciones del metro de Kiev para protegerse de los bombardeos que aun no han cobrado la intensidad de una guerra convencional, y en nuestro caso el drama de los colombianos y latinoamericanos que viven en Ucrania y no han logrado salir del país, son las imágenes que se repiten en los noticieros de televisión y en las notas de la prensa escrita y digital, pero con muy contadas excepciones los analistas no se han preocupado por desentrañar cuál es el verdadero origen del conflicto ucraniano-ruso.


En un documento publicado por el exsecretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, que logró nada menos que dos de las más grandes potencias mundiales se acercaran con la histórica reunión Nixon-Mao hace ya cincuenta años, este experto internacionalista, que se acerca al centenario de su nacimiento, ahonda en las verdaderas causas de la guerra que hoy estremece a Europa y que recuerda los antecedentes de la segunda guerra mundial, cuando la Alemania nazi invocaba la teoría del “espacio vital” para justificar la anexión de sus países limítrofes.

Kissinger sostiene que en el fondo del conflicto subyace una realidad histórica que no se puede desconocer y es que el territorio que hoy ocupa Ucrania como país independiente cultural e históricamente ha sido parte de Rusia, desde la época medieval en el siglo IX cuando Kiev era la capital del primer Estado eslavo, denominado Kyivan Rus,  pasando por el imperio ruso de los Zares y las repúblicas que conformaban la anterior Unión Soviética, hasta la Rusia de hoy constituida como un Estado democrático federativo y una forma de Gobierno republicana, la cuestión ucraniana siempre ha estado en el radar de los gobernantes rusos.

No se trata simplemente que Vladimir Putin, con el poder absoluto que le otorga la Constitución de 1993 como Presidente de la Federación Rusa, haya decidido unilateralmente apropiarse del territorio de Ucrania, colocándolo como un paria de la humanidad. Esta es una visión demasiado simplista, patrocinada por los Estados Unidos y los países de la Unión Europea, que contradice la realidad histórica y geopolítica como causas reales del conflicto actual.

Desde la caída de la Unión Soviética, en 1991, los Estados Unidos y sus aliados europeos han tratado de disminuir la influencia de Rusia sobre las antiguas repúblicas soviéticas, especialmente aquellas que tienen sus fronteras con la Federación Rusa, como sucede con Polonia y los países bálticos de Lituania, Estonia y Letonia, admitiendo a estos países en la OTAN, una organización militar y de defensa, que obviamente constituye una gran presión para Rusia y que según el Kremlin desconoce una promesa no escrita que en su momento se le hiciera a Gorbachov, en el sentido que Europa no se expandiría hacia el este ni un centímetro, más allá de las fronteras de Alemania.

El eventual ingreso de Ucrania a la OTAN ha sido el detonante de esta crisis, agravada desde el año 2014 con la declaratoria de independencia de las regiones pro-rusas de Donetsk y Lugansk, que han dado lugar a una Ucrania occidental de origen Europeo y católico y una Ucrania oriental de origen ruso y ortodoxo cristiano, lo mismo que la anexión de la península de Crimea, vital para la comunicación de Rusia con el mediterráneo. Son estas realidades históricas, políticas y culturales que han pretendido desconocer los Gobiernos de los Estados Unidos y sus aliados europeos, las verdaderas causas de este conflicto bélico, que esperamos no escale hasta una catástrofe nuclear que destruya la humanidad.