La tusa de los amigos
Victoria E. González M.
Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.
De los amores y desamores de la humanidad se han escrito millones de canciones, poemas y novelas. También se han escrito miles de guiones de películas y otros tantos libretos de telenovelas.
Grandes pensadores latinoamericanos como Carlos Monsivais hablaron de ese sello inconfundible de nuestro continente que se llama melodrama, al que él mismo definió como “el molde sobre el que se imprime la conciencia de América Latina”.
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La tusa, el despecho, el mal de amores es ese dolor que no se cura con ninguna medicina y que engaña al corazón haciéndolo sentir un día que ya todo pasó, que ya fue, que la prueba está superada, para, de manera vil y rastrera, justo al otro día, asestar un mazazo que nos haga recordar que el dolor sigue ahí, vívido, intacto.
Por eso hemos pasado todos, de ese dolor hemos hablado todos. Sin embargo, poco, muy poco se habla de la tusa que nos deja terminar con un amigo ¿por qué no hablamos del dolor que causa romper con los amigos?
¿Por qué no hay tantas canciones que hablen de sentirse defraudado por un amigo en el que pusimos toda nuestra fe? ¿De sentirse traicionado por ese o esa a la que le confiamos nuestros más íntimos secretos y luego los desperdigó por todas partes?
¿De ese amigo por el que nos la jugamos y que luego nos abandonó a la primera de cambio por un “mejor” postor? ¿De ese “incondicional” que estaba en todas nuestras fotos viejas y que luego se evaporó?
¿De ese al que le insistimos, al que le dimos mil oportunidades, al que buscamos y seguimos buscando hasta que nos cansamos de rogar? ¿De ese del que esperábamos solo cosas buenas y un buen día nos maltrató o abusó de nuestra buena fe en nombre de la gran confianza que nos teníamos?
La amistad es sin duda la relación personal más importante de la vida, porque es desinteresada, espontánea, incondicional. Los amigos se eligen y muchas, pero muchas veces, tienen más incidencia y peso en nuestras vidas que la misma familia.
Perder un amigo por un conflicto, una desavenencia o peor aún, por una deslealtad deja un inmenso dolor que pocos reconocen y de los que pocos hablan. Es una tusa gigante porque con ella se pierde la confianza, la camaradería, la solidaridad, los momentos bonitos de la vida que solo se comparten en una relación amistosa.
Reivindiquemos la tusa por los amigos, seamos solidarios con los que sufren esas tusas y como amigos aprendamos que la amistad es un tesoro inmenso que merece que lo cuidemos para siempre. Ser buen amigo y tener buenos amigos es lo mejor que puede pasarle a un ser humano.