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viernes, 21 de marzo de 2025
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Lecciones de antiperiodismo

Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Los docentes de las facultades de comunicación vivimos pendientes de mostrar a nuestros estudiantes los mejores ejemplos disponibles acerca de cómo se hace el buen periodismo.

Por eso, los libros de Ryszard Kapuściński o de Svetlana Aleksiévich no faltan en nuestras clases, tampoco las películas emblemáticas como Los hombres del presidente o Spotlight dejan de recomendarse, todo esto, con el fin de que nuestros estudiantes tengan claro qué significa la ética, cómo se hace el buen periodismo investigativo, qué implica el equilibrio informativo o qué significa proteger o consultar a una fuente.


Sin embargo, a pesar del uso frecuente de tantos recursos, me parece que es importante no solo ver los buenos ejemplos sino también los malos.

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Justo uno de esos ejemplos de malas prácticas periodísticas lo vimos hace pocos días. A raíz de una extensa entrevista realizada a un presidente, en la cual se esperaba que este diera explicaciones sobre un hecho que lo comprometía, se filtraron posteriormente imágenes en las que el periodista detiene la entrevista cuando un asesor le hace notar que una de las respuestas que está dando el mandatario podría perjudicar judicialmente en el futuro.

Igualmente, se ve cómo el periodista revisa algunas páginas en las que aparecen escritas preguntas que “debería” hacer al presidente, redactadas por sus asesores. De otra parte, resulta particular la excesiva familiaridad, e incluso jocosidad, con la que se relaciona con su poderoso entrevistado. 

Este tipo de prácticas antiéticas lo único que destacan es la falta de independencia de algunos comunicadores que, en lugar de informar de manera veraz, de indagar y de confrontar de manera incisiva a un entrevistado que tiene muchas cosas que explicar, se pliegan a las órdenes de los poderosos. 


Esta pieza es, sin duda, una magnífica lección de antiperiodismo; de aprender cómo no se deben hacer las cosas en el oficio. Un ejemplo indispensable para una clase en las aulas de cualquier facultad de comunicación, en la cual el tema central sea la distancia cada vez más grande entre el discurso de la independencia de los medios frente a los gobiernos de turno y los oscuros intereses políticos y económicos que se se interponen cada vez con más frecuencia entre las audiencias y su sagrado derecho a estar informadas.