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jueves, 22 de mayo de 2025
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Navegando el cambio en las empresas agrícolas

Miller Preciado, Columnista, Más Colombia

Miller Preciado

Ingeniero agrónomo, especialista en gerencia, MBA con énfasis en Finanzas y estudios de alta gerencia internacional. Gerente de Operaciones de Elite Blu, empresa exportadora de arándanos.

La dinámica incesante del cambio es una constante que ha atravesado la historia de la humanidad y por ende de las empresas. En este contexto de evolución perpetua, las empresas agrícolas se erigen como un claro ejemplo de cómo los factores externos pueden afectar la dirección de una organización.

A medida que enfrentan giros imprevistos en los mercados, llegan nuevos desafíos en la gestión del talento e irrumpen tecnologías innovadoras. Entonces, la necesidad de liderar el cambio se convierte en una prioridad ineludible.


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Como saben, soy ávido lector. Dentro de los autores que sigo está John P. Kotter, quien en su obra icónica, Liderando el Cambio, ofrece perspicaces observaciones afines con la realidad cambiante de las empresas agrícolas.

Acá me atrevo a compartir mis propias reflexiones y experiencias en el campo. A través de esta síntesis, busco ofrecer un enfoque más holístico y práctico para abordar la gestión del cambio en este contexto específico.

El corazón de la gestión del cambio en las empresas agrícolas se encuentra casi siempre rodeado de incertidumbre; las condiciones climáticas impredecibles, la aparición de plagas y enfermedades y los cambios en los patrones de demanda, son solo algunos ejemplos de los desafíos cambiantes que enfrentamos.

Aunque las empresas agrícolas se han acostumbrado a la crisis, como lo he mencionado en anteriores publicaciones, la gestión del cambio no debe limitarse a la reacción ante situaciones adversas. En lugar de eso, debemos forjar una cultura de adaptación continua y de evolución proactiva.


Coincido con Kotter en la importancia de establecer un sentido de urgencia en cualquier proceso de cambio. Reconocer y abrazar la rápida evolución de la industria agrícola es esencial para que nuestras empresas no solo sobrevivan, sino prosperen.

La creación de una hoja de ruta, tal como propone Kotter, adquiere un significado más profundo en el ámbito agrícola. En efecto, se requieren líderes comprometidos no solo con la visión de la empresa, sino también con la sostenibilidad de la tierra y la protección de nuestros territorios.

Así como Kotter aboga por el desarrollo de una visión y una estrategia claras, yo abogo por un mapeo exhaustivo de los procesos internos de las empresas agrícolas. Este enfoque nos permite identificar áreas de mejora, pero también brinda una oportunidad para reflexionar sobre nuestra responsabilidad social y ambiental. No se trata solo de producir más, sino de hacerlo de manera sostenible y consciente.

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Uno de los aspectos relevantes para mí está en la importancia de eliminar obstáculos para el cambio. En el contexto agrícola, estos obstáculos pueden ser tanto tecnológicos como culturales, así que la inversión en el desarrollo de capacidades y tecnologías es esencial para predecir y gestionar variables cambiantes. Esta inversión debe estar enraizada en una comprensión profunda de la tierra, de las comunidades y de las realidades agrícolas.

La estrategia de Kotter de generar victorias a corto plazo encuentra una aplicación particularmente resonante en la agricultura, pues identificar y aplicar mejoras inmediatas en los procesos agrícolas puede tener un impacto tangible.

En este sentido, mi experiencia coincide con las ideas de Kotter: la gestión del cambio en las empresas agrícolas debe traducirse en mejoras palpables en la operación.

Esto suena fácil, pero les puedo decir por experiencia que no lo es. Algunos procesos de cambio en las empresas agrícolas pueden tomar años en consolidarse, pero lo cierto es que es posible hacerlo y los resultados casi siempre superan la expectativa.


Necesitamos que el cambio se integre en el ADN de la empresa. Para las empresas agrícolas, esto implica no solo una transformación en términos de procesos, sino también en la manera como entendemos nuestro papel en la sociedad y en el ecosistema. La gestión del cambio debe ser más que una estrategia puntual; debe ser la esencia misma de cómo operamos.

En paralelo, es crucial establecer una sección de procesos sólida que documente y exponga las mejores prácticas. Esta iniciativa no solo garantiza que los equipos estén alerta y preparados, sino que también establece nuevas metodologías que se trasladan a las áreas operativas y administrativas. De esta manera, las empresas agrícolas se protegen de las fluctuaciones del mercado para las cuales podrían no estar preparadas.

A partir de lo mencionado anteriormente, se destaca la absoluta necesidad de convertir el cambio en un concepto intrínseco de la empresa. En este sentido, propongo la creación de un área de «Gestión de Cambios», que podría integrarse como un anexo al departamento de procesos, o ser parte de las áreas de investigación y desarrollo, en aquellas compañías que las tengan conformadas.

La razón de esta propuesta es la identificación y el diagnóstico de los puntos críticos en el flujo organizacional. Esto no solo incluye el proceso de cultivo en sí, que constituye el corazón de los proyectos agrícolas, sino también su extensión hasta los mercados que nuestros clientes demandan, que son los requisitos necesarios para llegar y capturar nichos de alto valor en el mercado.

Un aspecto crucial es ¿cómo empoderar de manera óptima a nuestros equipos de trabajo? Esta pregunta conlleva implicaciones tanto en la rentabilidad como en la sostenibilidad. Al fomentar una mentalidad consciente y coherente con la protección del entorno mejoramos nuestra rentabilidad y construimos un legado de responsabilidad hacia las generaciones futuras.

Mi llamado a las empresas agrícolas es a establecer estrategias encaminadas a fortalecer estas áreas. Esto implica una inversión en la creación de una cultura organizativa que abrace el cambio como una constante.

La frecuencia, la constancia y el desafío inherentes al cambio son realidades innegables. Sin embargo, considero que al interiorizar esta verdad y convertirla en una oportunidad, las empresas agrícolas prosperarán más allá de sobrevivir en este entorno volátil.


En última instancia, el cambio es una fuerza poderosa que puede impulsarnos o frenarnos. A través de un enfoque sólido en la gestión de procesos, de la adopción de una mentalidad de cambio y de la creación de un área dedicada a liderar este cambio, las empresas agrícolas pueden transformarse en agentes de innovación y adaptación.

Es hora de abrazar el cambio como un aliado en nuestra búsqueda de un futuro agrícola sostenible y próspero.