Noticias de homininos

Guillermo Guevara Pardo
Profesor de biología vinculado a la Secretaría de Educación del Distrito, IED La Amistad, Bogotá.
Todas las culturas se plantean preguntas sobre los orígenes del mundo y del ser humano. En la mitología de los boshongo, un día, el dios Bumba tuvo un fuerte dolor estomacal que lo obligó a vomitar el Sol; pero el malestar permaneció y el gran dios siguió vomitando cosas: las estrellas, la Luna, algunos animales y al final, el hombre. Los mayas creían que los últimos dioses creadores construyeron la humanidad utilizando maíz, después de que, en dos ocasiones, dioses anteriores fracasaran en el intento de hacerlo con otros materiales como barro y madera; por su parte, Yavhé tuvo éxito en esa empresa empleando arcilla y un hueso. Los mitos son intentos de dar respuestas a lo desconocido, respuestas que pueden ser de gran belleza poética, pero que no son verdaderas. La otra vía es la explicación científica, que es la forma más adecuada para entender el origen de las cosas, como el ser humano, y no tiene necesidad de recurrir a la acción de agentes o fuerzas sobrenaturales.
En días pasados, se publicaron dos noticias relacionadas con el árbol evolutivo de la línea humana: una tiene que ver con la raíz y la otra con la rama del Homo sapiens, es decir, nosotros. Ser humano y chimpancé comparten un ancestro común del cual se separaron hace aproximadamente 7 millones de años en algún lugar de África Central. La primera de las noticias habla de un fósil llamado Sahelanthropus tchadensis, descubierto en 2001 en el yacimiento de Toros-Menalla (desierto de Djurab), en Chad, y apodado Toumaï, palabra que en dazaga significa “esperanza de vivir”. Del fósil se encontraron el cráneo, un fragmento del fémur izquierdo y algunos huesos de las extremidades superiores.
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Desde un principio, Toumaï desató una agria polémica entre los especialistas de la evolución humana. No había acuerdo sobre si el individuo en vida era cuadrúpedo o bípedo. En un primer momento algunos científicos concluyeron que los Sahelanthropus tchadensis andaban a cuatro patas y, por lo tanto, no pertenecían a la línea evolutiva de la familia humana. Pero un análisis más exhaustivo de los huesos llevó a un grupo de investigadores chadianos y franceses a concluir que Toumaï caminaba sobre las dos piernas, como lo hacemos nosotros, y que también conservaba la capacidad para trepar a los árboles. La polémica es importante porque el bipedalismo es una de las características distintivas de los homininos, la categoría taxonómica que agrupa a los humanos actuales, sus antepasados y otras especies de la evolución humana. Queda demostrado, con un muy alto grado de certeza, que Sahelanthropus tchadensis es nuestro ancestro más antiguo y su estudio ha arrojado luz a uno de los momentos menos conocidos de la historia evolutiva humana.
Este hecho científico demuestra que cualquier controversia en el campo de la ciencia se resuelve recurriendo a la naturaleza. No hacerlo es avalar la tesis de que la objetividad no es un asunto de correspondencia con los hechos, con los objetos y que el fenómeno natural debe adaptarse a la teoría y no al contrario, como lo exige la racionalidad de la ciencia.
La otra noticia tiene que ver con el origen geográfico de la especie Homo sapiens. La teoría más ampliamente aceptada sostiene que toda la evolución de nuestra especie transcurrió en África: grosso modo, en algún momento del pasado en tierras de ese continente vivió el último ancestro de los humanos modernos y los neandertales; andando el tiempo los neandertales llegaron a Europa y mucho después individuos Homo sapiens emigraron desde África para colonizar el resto del mundo. Los fósiles y otras pruebas parecen dar suficiente apoyo a esa hipótesis; en terminología kuhniana, ese es el paradigma que la comunidad de paleoantropólogos emplea para explicar el origen de una de las ramitas del arbusto de la evolución humana.
Pero en ciencia, como en todo, lo que hoy es cierto mañana puede terminar siendo falso. Dos destacados especialistas en el tema, los españoles José María Bermúdez de Castro (codirector de las excavaciones del famoso yacimiento de Atapuerca) y María Martinón-Torres (directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, con sede en Burgos) cuestionan parte de la historia de la genealogía de la única especie humana que hoy camina sobre el planeta. Los dos científicos han puesto en duda la parte de la historia que habla sobre el lugar donde evolucionó el ancestro de Homo sapiens; ellos sostienen que el registro fósil disponible no respalda el origen africano de nuestra especie y proponen que el último ancestro que compartimos con el hombre de neandertal vivió y evolucionó en Asia, específicamente en los territorios del Cercano Oriente, hace 550.000 a 765.000 años atrás.
Los fósiles de Homo sapiens más antiguos se han encontrado en los yacimientos de Jebel Irhoud (Marruecos), con 300.000 años de antigüedad, y en Omo Kibish (Etiopía), con 230.000 años. En los territorios de Oriente Próximo se han excavado fósiles con edades de 300.000 a 400.000 años, cuyas características anatómicas parecen vincularlos con el hipotético ancestro hasta ahora no encontrado, fósiles que darían soporte empírico a la propuesta de los dos herejes españoles. La nueva hipótesis plantea que los humanos modernos surgieron en los territorios del Cercano Oriente y volvieron a África, cuna de otros Homo, como H. habilis y H. ergaster. Esta atrevida propuesta haría que una parte del libro de la evolución humana tuviera que volver a escribirse. El veredicto final no dependerá de las negociaciones entre los que más saben. Seguramente habrá detractores que argumentarán contra tal hipótesis, pero será la naturaleza, como siempre, la que defina si la teoría es falsa o verdadera. ¡El espíritu crítico de la ciencia es parte de su grandeza!
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