Por la Doctora Catalina Gutiérrez, ni un minuto de silencio
Silvia Casabianca
Médica del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, magíster en Psicoterapia Artística de la Universidad Concordia (Montreal) y PhD en Educación, de la Universidad Nova Southeastern (Fort Lauderdale).
“Deberíamos convertir esta lamentable pérdida en una bandera por la dignidad y el buen trato en el gremio. Esto tiene que cambiar de una buena vez. La letra con sangre no entra. La enseñanza de la medicina debe ser amigable, compasiva y comprensiva, siempre. Que esta muerte no sea en vano. La forma amorosa como se despidió de sus compañeros diciéndoles ustedes si pueden, aflige. Por la Dra. Catalina Gutiérrez ni un minuto de silencio”. Dr. Juan Useche Cruz (Quindio).
Las voces de los colegas de la Doctora Catalina Gutiérrez no tardaron en alzarse. Al duelo por la pérdida de una colega, se sumó la indignación por las condiciones que parecen haber contribuido a su decisión de quitarse la vida, las cuales no se dan exclusivamente en la facultad de medicina de la Universidad Javeriana en Bogotá.
Le puede interesar: Experto chileno en suicidio y notas suicidas ayuda a entender el caso de la Dra. Catalina Gutiérrez Zuluaga, la residente de cirugía que entristece a Colombia
Las demandas de la formación médica
El suicidio de Catalina Gutiérrez Zuluaga, médica residente del Hospital de la Universidad Javeriana, el pasado 21 de julio, es un timbrazo de alerta sobre la dura realidad que enfrentan los estudiantes, internos y residentes de medicina en el país. Una realidad marcada por condiciones de trabajo y estudio que se presentan como exigencias formativas pero que con frecuencia se convierten en diversas formas de abuso institucional.
No es un asunto nuevo. Históricamente, el acto médico se ha equiparado a un acto de beneficencia que exige sacrificios. Hace medio siglo, muchos de mis profesores trabajaban 16 y más horas diarias: vivían de su práctica privada, eran docentes y ofrecían servicios ad honorem en hospitales y dispensarios médicos populares. La medicina es una profesión históricamente asociada con altos estándares de excelencia y dedicación, lo que influye en la concepción de que la formación médica debe ser rigurosa y exigente para garantizar que los futuros médicos estén equipados para enfrentar los desafíos de la profesión.
Con esa mentalidad nos formaron: trabajo arduo, desinteresado y centrado en el paciente. Sin embargo, ello ha dado cabida a abusos profesionales y administrativos: estudiantes, internos y residentes son tiranizados por sus superiores y además se convierten en mano de obra barata o gratis que suple necesidades de personal y alivia la presión presupuestal de los hospitales.
Jornadas Extenuantes
Realicé mis estudios y prácticas clínicas como estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad del Rosario en el Hospital de San José, cuando estaba regentado por la Sociedad de Cirugía de Bogotá. Enfrentamos exigencias de todo tipo, incluyendo horarios extenuantes y desempeño de labores que estaban por encima de nuestro grado.
Durante el internado, por ejemplo, nuestra rotación por obstetricia y ginecología exigía jornadas de 36 horas con descansos de 12 horas entre guardias. Aún hoy, cinco décadas más tarde, internos y residentes de medicina enfrentan jornadas de trabajo que exceden las 80 horas semanales, con guardias de 24 horas o más y sin descansos adecuados. Este ritmo no sólo obstaculiza su desempeño académico y profesional, y afecta su salud física y mental, sino que también compromete la calidad del servicio que prestan, aumentando el riesgo de cometer errores médicos con efectos adversos para el paciente.
También le puede interesar: Que no lo coja mal parado el concurso docente 2024 de ascenso y reubicación: Así se revisa la información y se hacen reclamaciones
Remunerar los servicios justamente
En los años 70, los precarios salarios de internos y residentes y las deficientes condiciones en la prestación de servicios de salud, llevaron a protestas y paros nacionales que culminaron con el reconocimiento de que los residentes no eran simplemente “estudiantes becados en entrenamiento” y los internos “estudiantes sin título” y era justo remunerar los servicios que prestábamos.
Mucha agua ha pasado debajo del puente desde entonces con las sucesivas reformas del sistema de salud. Sin embargo, hoy en día, por razones de presupuesto y no pedagógicas (como a veces se alega), a las instituciones de salud en Colombia no las obliga la ley a remunerar a internos o residentes, a pesar de que realizan tareas equivalentes a las de médicos profesionales y además deben pagar su matrícula universitaria y cubrir gastos de alojamiento y comida.
La resolución 1272 del 2020 autorizó a la Administradora de Recursos del Sistema General en Seguridad Social en Salud, ADRES, para destinar una partida para el apoyo de cerca de 5.000 residentes médicos con lo cual los residentes ganan 3 salarios mínimos mensuales. La medida solo aplica para las primeras especialidades. Los salarios se pagan a través de las respectivas instituciones educativas.
Las tasas de deserción en las escuelas de medicina son altas y aunque se reportan razones económicas para explicarlas, los estudios que tratan el tema reportan trastornos de ansiedad y depresión como causa más frecuente, siendo otras causas la presión familiar, crisis vocacional, sensación de desesperación y temor por el futuro, y síndrome de burnout.
Burnout: Exigencia vs Abuso
El síndrome de burnout es una condición prevalente entre estudiantes de medicina, internos y residentes. Docentes y personal administrativo suelen justificar las exigencias académicas y los turnos prolongados con su consiguiente falta de sueño y descanso, como un reto que pondrá a prueba la capacidad del médico en formación para ejercer su profesión. Sin embargo, las exigentes labores y exceso de horas de trabajo conducen con frecuencia a un agotamiento extremo perjudicial tanto para los mismos médicos en formación como para sus pacientes. Un estudio mostró que la prevalencia de burnout entre internos y residentes era de casi el 40%. ( https://dx.doi.org/10.15446/revfac- med.v69n1.82687 )
En el caso de la doctora Catalina Gutiérrez, hasta donde se ha reportado, además de posible burnout, ella enfrentaba problemas serios en el ambiente de trabajo. Testimonios de sus colegas apuntan a una situación que por desgracia es común en entornos docentes en Colombia: el matoneo, la microagresión, o, en otras palabras, el maltrato, que se mimetizan como una exigencia de excelencia. Los compañeros de la doctora Catalina han denunciado enérgicamente en redes sociales el ambiente hostil que prevalece en la Facultad de Medicina de la U. Javeriana y que probablemente contribuyó a su trágica decisión de quitarse la vida.
Aunque con el paso del tiempo mis memorias se hayan vuelto ya borrosas, por entre la neblina del recuerdo, alcanzo a reconocer ese mismo ambiente hostil que hoy se reporta en hospitales universitarios y que se tiende a aceptar como “normal”. Además de la sobrecarga académica en una profesión que exige constante actualización de conocimientos, la cultura de humillación y miedo que los médicos en formación describen, desmotiva y crea ambientes tóxicos que contribuyen a síntomas de ansiedad y depresión.
El Abuso debe Terminar
El abuso en el ámbito de la formación médica no se limita a los horarios y al trato. En muchas instituciones, los internos y residentes aún reciben poco o ningún salario, a pesar de trabajar largas horas y asumir grandes responsabilidades. Este trato injusto y explotador ha llevado a muchos estudiantes de medicina a abandonar su carrera, y a buscar profesiones menos demandantes y más gratificantes. Esta situación, que tradicionalmente ha dificultado la continuidad de los estudios para quienes no cuentan con recursos suficientes, ha debido mejorar con la Ley 1917 del 2018 que creó el Sistema Nacional de Residencias Médicas en Colombia.
La ley debiera haber garantizado las condiciones adecuadas para la formación académica y práctica de los residentes como apoyo al Sistema General de Seguridad Social en Salud. Sin embargo, tanto residentes como estudiantes de medicina continúan experimentando condiciones adversas que afectan tanto su bienestar, como también la calidad de la educación que reciben y, por extensión, la calidad de la atención médica que pueden brindar. Un estudiante o residente exhausto y desmoralizado difícilmente podrá absorber y aplicar conocimientos de manera efectiva.
La situación de los estudiantes, internos y residentes de medicina, como la Dra. Catalina Gutiérrez, en Colombia es alarmante y requiere atención urgente por parte del Ministerio de Salud. Es imperativo introducir reformas en el sistema de salud que garanticen a los médicos en formación condiciones de trabajo y estudio dignas, en un ambiente de aprendizaje respetuoso, estimulante y constructivo, para prevenir el deterioro de su salud mental.
La mira debe ser no solo garantizarles una remuneración justa y horarios razonables sino la de formar médicos competentes y motivados, capaces de contribuir al objetivo de garantizar una atención de calidad. La muerte de la doctora Catalina es un campanazo de alerta que debe escucharse.