Experto chileno en suicidio y notas suicidas ayuda a entender el caso de la Dra. Catalina Gutiérrez Zuluaga, la residente de cirugía que entristece a Colombia
El lamentable suicidio de Catalina Gutiérrez Zuluaga, médica residente de cirugía de la Pontificia Universidad Javeriana, conmocionó a Colombia y puso de relieve las duras condiciones que enfrentan los médicos residentes en el país.
ANIR, la Asociación Nacional de Internos y Residentes, lamentó la noticia y denunció que el maltrato acompaña la formación de los médicos colombianos. En efecto, la carta de suicidio de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, que ha circulado en redes sociales, parece reflejar la enorme presión a la que estaba sometida como médica residente de cirugía:
“Gracias a todos los residentes, de cada uno me llevo todas sus enseñanzas. Siempre los llevaré en mi corazón. Ustedes sí pueden, ánimo”.
A raíz de este suceso, centenares de médicos han dado a conocer las inaceptables situaciones de maltrato y acoso que vivieron durante su residencia, revelando que el problema no se reduce a unas pocas instituciones educativas.
Le puede interesar: Salud mental en Colombia: Un llamado urgente a la acción tras las altas tasas de suicidio en 2023
En Más Colombia queremos contribuir a comprender la situación que atraviesa el personal de salud en el país y las discusiones actuales sobre los factores que aumentan el riesgo de suicidio.
Para ello, damos a conocer la entrevista que le realizó el Dr. Bernardo Useche, psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia y PhD en Salud Pública de la Universidad de Texas en Houston, al doctor Francisco Ceballos-Espinoza, psicólogo de la Universidad Santo Tomás de Chile, magíster en Psicología Jurídica y Forense de la Universidad de la Frontera (UFRO) y en Procesamiento y Gestión de Información de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), y autor de múltiples publicaciones académicas sobre el suicidio.
Ceballos-Espinoza es experto en evaluación psicológica reconstitutiva y lleva décadas estudiando casos de suicidio y notas dejadas por personas que han tomado la decisión de terminar su propia vida.

Dr. Bernardo Useche: Esta entrevista la hacemos en medio de un profundo respeto por la situación que se está viviendo en el país con ocasión del fallecimiento de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, médica residente de cirugía en una importante universidad de la ciudad de Bogotá.
Como psicólogo, entiendo que intentar una reflexión sobre casos de suicidio —y en particular, sobre los suicidios en el personal de salud— es muy complejo.
Inicialmente, cuéntanos a qué te has dedicado a investigar en Chile durante los últimos años con respecto a este tema.
Dr. Francisco Ceballos-Espinoza: Yo vengo investigando hace ya más de una década el suicidio, principalmente a partir del análisis de notas suicidas. Estos mensajes que dejan las personas que han tomado la determinación de quitarse la vida.
En términos generales, las notas suicidas son dejadas por un porcentaje que oscila entre el 15% y el 43% de la población suicida.
La primera pregunta que surge es: ¿para qué se escribe una nota suicida? Y, en términos generales, podríamos decir que la nota suicida tiene como rol fundamental comunicar —en la que es, por cierto, la última posibilidad de hacerlo— las razones del suicidio.
El suicidio es un acto que comunica, como todo acto de la naturaleza humana, con la salvedad de que éste es el último acto. En tal sentido, la nota suicida surge junto a la necesidad de dejar explícito el motivo, para que al suicidio no se le dé otro sentido y otro significado más que el que el suicida desea darle a su muerte.
Este es un suicidio de una médica que se está formando para ejercer su especialidad. En tu experiencia, ¿qué puedes decirnos sobre los suicidios en el personal de salud?
Hace un año, publicamos un artículo sobre suicidio en una compilación de trabajos de psicólogos organizacionales dirigida por la doctora Lina Luna, del Centro de Estudios Empresariales y Laborales de Bucaramanga.
En él expusimos que, hace algunas décadas, el trabajo era visto como un factor protector frente a conductas autolesivas. Quienes no tenían trabajo, los cesantes, o quienes se quedaban sin trabajo, constituían una población de riesgo para el suicidio.
Hoy en día, eso ha dado un vuelco importante y el trabajo —y algunos trabajos en particular— constituye un espacio de riesgo para el desarrollo de conductas suicidas.
La Organización Mundial de la Salud ha venido reportando una disminución de los suicidios a nivel global. Hace una década se reportaban más de un millón de suicidios, y hoy en día se reportan poco más de 700.000.
El gran problema de esto es que, si bien los suicidios han venido a la baja, hay determinados grupos cuya muerte por suicidio ha venido en aumento, y ahí tenemos grupos particulares de especial preocupación, entre ellos los jóvenes, los adultos mayores y la población de trabajadores.
Los suicidios asociados a contextos laborales han registrado un aumento preocupante. Se ha reportado evidencia de algunos contextos laborales que son de especial riesgo, como por ejemplo el área de la salud. El área de la salud junto a los trabajadores, por ejemplo, de las Fuerzas Armadas y del área de la construcción, presentan especial riesgo.
Existe un mayor riesgo de depresión en trabajadores de la salud, existen mayores elementos asociados a riesgo de acoso laboral (esto que se conoce como bullying) ausencia de espacios de ocio o de relajamiento al interior del trabajo, mayor estrés, sobrecarga profesional, un mayor número de accidentes de trabajo, síndrome de burnout (conocido como el síndrome del sujeto quemado), aislamiento social.
También algo no menor, que son los conflictos que se generan entre la familia y el trabajo, principalmente asociados a las jornadas y las dinámicas del trabajo.
Para todos es conocido que las jornadas laborales con las cuales se desempeñan los profesionales de la salud son extensas, reiteradas y que no permiten descansos de manera permanente ni regular, y por lo tanto existe una falta de autonomía de los profesionales de la salud que no les permite programar su tiempo, así como tampoco compartir espacios libres con su familia.
Por lo tanto, tenemos profesionales del área de la salud con una tasa de suicidios mayor a la de la población en general.
Lea también: Alerta en el Eje Cafetero: Índice de suicidio preocupa a autoridades locales, ¿cómo abordar la salud mental?
El mayor riesgo de suicidio en el personal de la salud fue evidente durante la pandemia, porque esos factores de riesgo se exacerbaron. Pero ¿cómo explicar que pasada la pandemia y en un tiempo de relativa tranquilidad laboral continúen aumentando esos suicidios?
Junto a los factores que mencionaba anteriormente hay que considerar que la labor propia de los profesionales de la salud conlleva el trabajo diario y permanente de convivir con personas enfermas, algunas de las cuales fallecen.
Visto desde la salud mental, esto conlleva una carga emocional y afectiva importante. Estos escenarios recientemente se han revisado desde la literatura como traumas por estrés postraumático secundario o indirecto.
Para las mujeres, en particular, resulta ser un área laboral con componentes aún más complejos. El área de la salud mantiene patrones de funcionamiento que propician y perpetúan el machismo.
Encontramos, entonces, que las tasas de suicidio son más altas en las mujeres que trabajan en el área de la salud. Esto no es un dato menor. En la mayoría de los países se suicidan más hombres que mujeres en una proporción de 7 u 8 hombres por cada 2 o 3 mujeres, mientras que en el área de la salud se suicidan más mujeres que hombres.

Los sistemas de salud de Chile y de Colombia tienen fuertes similitudes por ser sistemas de aseguramiento. Una de ellas es que, por razones del mercado, hay escasez de especialistas. ¿En tus estudios has identificado factores particulares del sistema de salud que incidan directamente sobre el estrés postraumático indirecto que sufren los médicos en su trabajo diario?
En general, no hay evidencia del todo concluyente. Hay que entender que el suicidio es una conducta multifactorial y, por lo tanto, siempre va a depender de múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales.
Por eso, una de las primeras cuestiones que hay que desmitificar es que podamos identificar una única causa del suicidio, un nexo causal.
Por ejemplo, frente al suicidio de un profesional del área de la salud vale hacerse la pregunta de por qué un profesional termina quitándose la vida y otros profesionales en esas mismas circunstancias no toman una determinación de esta naturaleza.
Si la nota suicida es específica, ¿hasta donde se reduce ese espectro de otros factores?
Lo que encontramos en las notas suicidas, aún cuando se trata de discursos lógicos que responden a un argumento y al triangularlos o contrastarlos con la realidad del sujeto suicida parecen lógicos y racionales, sigue siendo un componente teñido de elementos cognitivos importantes.
Desde lo cognitivo conductual, por ejemplo, se habla de los esquemas cognitivos. El sujeto funciona y percibe todo en su entorno, cargado con un componente en el que rescata aquellos elementos negativos e interpreta desde esta animosidad depresiva o negativa. Por lo tanto, la lectura y el análisis de las notas suicidas debe realizarse desde la lógica del sujeto que las escribe.
No podemos hacer una lectura inicial de esa nota suicida. Si la persona bien puede presentar algún problema mental en el momento de tomar la decisión, la mayoría de las veces no se trata de una alteración psiquiátrica importante.
Hay estudios en los que la prevalencia de un problema mental llega a un 89 o 92%, pero hay que aclarar que no son patologías que impliquen una pérdida del juicio de la realidad, como podrían ser cuadros psicóticos graves (de locura).
Por el contrario, son trastornos en los cuales el sujeto comete un suicidio estando consciente de la conducta que está realizando. Y, por sobre todas las cosas, la persona es consciente de que se trata de una conducta irreversible y que, por lo tanto, biológicamente está poniendo fin a su vida.
Le puede interesar: Dolor oculto: en estadísticas de suicidio y salud mental hay fuertes diferencias de género
La mayoría de los psiquiatras, tal vez con la excepción de los psiquiatras comunitarios, consideran que detrás de toda decisión de suicidio hay un diagnóstico, no de un problema, sino de un trastorno mental.
Para los psicólogos, la perspectiva es que en muchos casos no hay una patología, no se ha desarrollado un cuadro clínico mental severo. Entonces, ¿es muy reduccionista la afirmación de que detrás de todo acto suicida hay un trastorno mental?
Sí. Si bien es cierto que podemos identificar patologías presentes, lo que no podemos sostener es que esas patologías sean la causa del suicidio, porque lo que estaríamos haciendo ahí es reducir esta multifactorialidad a una cuestión biológica.
Ni siquiera desde las neurociencias se ha podido identificar algo en el cerebro que se pueda intervenir para prevenir el suicidio. Si pudiésemos señalar que la depresión es la causa del suicidio, tendríamos que saber por qué hay sujetos con depresión mayor que finalmente no se suicidan.
Cuando necesitamos explicar el suicidio nos damos cuenta de que el mero diagnóstico clínico es insuficiente para dar cuenta de su complejidad, entendiendo que se trata de un sujeto que se está quitando la vida a sí mismo.

En materia de prevención, ¿qué condiciones mínimas deben existir para que esta situación no se vuelva crónica?
Lo primero es reconocer que la profesión de los trabajadores de la salud es una profesión de riesgo y, por lo tanto, requiere intervención focalizada.
En términos particulares, debemos entender que cuando en un lugar de trabajo se suicida algún trabajador, o se suicida algún estudiante o integrante de la familia, ese espacio se convierte en un lugar de mayor riesgo. Algunos autores incluso han llegado a postular que el suicidio es un fenómeno que se contagia.
Por lo tanto, se tienen que desplegar inmediatamente acciones que permitan identificar casos de riesgo a partir de indicadores conductuales.
Diferentes estudios han venido estableciendo indicadores de riesgos suicidas que son posibles de indagar, por ejemplo, en las redes sociales, los cuales tienen mucho sentido y hacen mucha consonancia con las teorías que existen sobre la conducta suicida.
Por ejemplo, se ha logrado establecer que el uso del pronombre yo y las referencias a uno mismo aumentan en la medida que el sujeto se acerca al suicidio. Esto es, en las publicaciones que hacen los sujetos en sus redes sociales disminuye el uso de la palabra nosotros, por ejemplo.
Y si uno revisa el suicidio en términos teóricos, hay mucho de esto de la pérdida del sentido de pertenencia, de la pérdida de identidad grupal. El sujeto pareciera que se va volcando a sí mismo y esto se ve muy bien reflejado en su relato, en lo que escribe, en lo que va comunicando.
Y así, es importante ir identificando y rescatando cuestiones como esa. Porque también hay elementos que se contraponen un poco a lo que uno pudiese pensar.
Por ejemplo, se cree que el sujeto suicida se va de la vida enojado, con mucha molestia, con mucha rabia, y que se quita la vida en un contexto de mucha ira.
Pero en realidad, cuando revisamos las notas suicidas, hemos encontrado que, muy por el contrario, existe una mayor carga de emociones positivas en las notas suicidas. Son frecuentes las expresiones de afecto, de agradecimiento con el entorno, palabras de cariño, expresiones de alegría.
A medida que se acerca un poco la muerte autoprovocada, existe un cambio en la forma en que se expresa, y ese cambio es posible de identificar hoy en día en las redes sociales.
No sé si hayas vusto los testimonios que han aparecido en redes sociales alrededor del caso de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, que nos ha conmovido tanto en estos días.
No sé si hayas visto un video del doctor Carlos Jaramillo, muy reconocido en nuestro medio por su trabajo en distintos aspectos de la salud. Él brinda un testimonio respecto al caso que se está viviendo y cuenta su propia experiencia personal. Él llama incluso a difundir, ese “en vivo” que él hizo en las redes sociales.
https://www.instagram.com/reel/C9sXQlIORRD/?igsh=aTZtZmJhZHpjcXRs
Yo creo que es esperable que aparezcan testimonios importantes a partir de este hecho tan lamentable que se registró en Colombia.
Es importante que las instituciones del área de la salud, los centros de atención y las instituciones dedicadas a la formación de profesionales de la salud prendan las alarmas.
Las carreras asociadas al área de la salud son carreras altamente exigentes en términos académicos que demandan una dedicación y un trabajo importante de sus alumnos. Eso conlleva cargas de estrés elevadas, y en algunos casos los alumnos no cuentan con herramientas suficientes para sobrellevarlas.
Yo creo, en mi opinión personal, que en Colombia con este caso van a tener una carga importante en redes sociales de testimonios y de descargos bajo esta especie de catarsis social con respecto a lo que significan algunas carreras en particular, la dinámica de algunas instituciones de educación, algunos lugares de práctica profesional y algunos espacios de trabajo.
Esperemos que no suceda un segundo suicidio en términos similares porque está documentado el riesgo elevado de que pueda detonarse un nuevo caso a partir de la conmoción que se presenta cuando ocurre un suicidio de estas características.
En los casos de los suicidios públicos pareciera que los sujetos buscan de cierta manera denunciar lo que escriben en sus notas de suicidio.
Lo vemos en suicidios que ocurren en contextos laborales, en suicidios que ocurren en espacios públicos y en aquellos suicidios donde las notas suicidas se suben a redes sociales o se publican por parte de los mismos suicidas, las cuales por lo general tienen este componente de denuncia —unas veces explícita y otras implícita— frente a la movilización afectiva que está detrás de su determinación.
En algunos casos, estas notas suicidas son bastante acusatorias en términos de denuncia, sobre todo cuando hay derechos laborales que son vulnerados. Se acusa directamente a una empresa, se acusa directamente a un empleador y se ejecuta un suicidio público, la mayoría de las veces con un número importante de testigos y con la precaución de que este suicidio se haga públicamente conocido.
Hay algo también que hemos identificado en las notas suicidas y es esta fantasía de que las cosas cambien a partir de esta muerte autoprovocada, que cambien la dinámica familiar cuando se trata de problemas familiares, que cambien las dinámicas laborales cuando se trata de problemas laborales.
La nota suicida finalmente es eso, la esperanza de esta última comunicación de cambiar y de decir algo que estaba ahí, en lo no dicho, y que finalmente se expresa a partir de la acción sobre el cuerpo.
El cuerpo es este instrumento con el cual se comunica esta última palabra.
Gracias Francisco, creo que el análisis que has estado haciendo cumple con el objetivo que buscamos con esta entrevista de dar elementos para que esta situación triste que está viviendo la sociedad colombiana —y sobre todo la comunidad de los médicos y los trabajadores de la salud— permita sacar lecciones para prevenir que se repitan casos como el de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, y cambiar las situaciones de fondo que hay detrás de decisiones como esta de quitarse la vida.
No me queda más que invitar a los medios de comunicación a que comuniquen con responsabilidad, con seriedad, con ética.
Y que todos entendamos que casos como estos deben servirnos para la prevención, para evitar nuevos casos y para entender que cualquier familiar o cualquier persona puede ser víctima de suicidio.