sábado, 1 de abril de 2023
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Predomina la ortodoxia económica en el gobierno de Gustavo Petro

Diego Otero Prada, Columnista, Más Colombia

Diego Otero

Ingeniero eléctrico de la Universidad de los Andes y PhD en Economía de la University of Pennsylvania. Presidente de la Asociación Colombiana de Economía Crítica (ACECRI) y miembro de la junta directiva de la Academia de Ciencias Económicas (ACCE).

Toda la campaña presidencial se hizo bajo un supuesto antineoliberalismo de Gustavo Petro. Ganada la presidencia e iniciado el gobierno, el manejo económico quedó en manos de ortodoxos económicos, pero, aún más, los que antes se decían heterodoxos comenzaron a adoptar el pensamiento ortodoxo por razones de lo que llaman gobernabilidad, o en el lenguaje del Banco Mundial, gobernanza.


En Colombia, como en Chile, los ministros de Hacienda tenían relación con los bancos centrales. En Chile, el ministro de Hacienda del wokeista (los que siguen una ideología identitaria) señor Gabriel Boric, era el presidente del Banco Central, un economista neoliberal. 

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En Colombia el ministro de Hacienda, el economista José Antonio Ocampo, había sido codirector del Banco de la República, nombrado por un presidente de derecha, economista que ya venía mostrando posiciones ortodoxas, y que sigue orientaciones similares a las del Fondo Monetario Internacional y los demás organismos internacionales.

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Otro ministro nombrado, Alejandro Gaviria, aunque en materias diferentes a las económicas, también es de pura ascendencia neoliberal.


Pero, en general, el equipo económico ha mostrado posiciones ortodoxas que se ve en muchas decisiones, como en los precios de los combustibles, en la referencia reiterada a la famosa estabilidad macroeconómica y en el apego a la regla fiscal y a marcos fiscales ortodoxos de mediano plazo.

En la reforma a la salud y en el Plan Nacional de Desarrollo predominan las frases de que todo gasto se somete al cumplimiento de la regla fiscal y al marco fiscal de mediano plazo.

El cumplimiento de reglas fiscales y la independencia de los bancos centrales son las claves más importantes del neoliberalismo.

En Colombia desde 2011 se creó la regla fiscal

En 2011, el congreso de Colombia aprobó la Ley 1473, con la que se estableció la regla fiscal. Se definía en esta ley que el déficit estructural no podía ser mayor al 1,0% del PIB en 2022.  En 2020 y 2021, el gobierno central suspendió la regla fiscal para atender la pandemia del Covid-19. 


En 2021, esta ley fue modificada por la Ley 2155 de reforma tributaria que presentó Alberto Carrasquilla y se creó un Comité Autónomo de la Regla Fiscal integrado por los presidentes de las comisiones económicas del Congreso y por cinco expertos que Iván Duque nombró en diciembre de 2021 por un período de cuatro años —neoliberales todos, por supuesto—, que son:

Fernando Jaramillo Mejía, egresado de la Universidad de los Andes; María Fernanda Suárez, del CESA; Silvia Escobar, de la Universidad de los Andes; Olga Lucía Acosta, egresada de la Universidad de Cooperación Internacional (UCI), y Juan Pablo Córdoba, de la Universidad de los Andes.

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La economista Olga Lucía Acosta, ortodoxa, fue nombrada por el presidente Gustavo Petro como codirectora del Banco de la República en diciembre de 2022, supuestamente por sugerencia del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien antes trabajaba en la oficina regional de la CEPAL en Bogotá.

El ministro de Hacienda asiste como invitado con voz, pero sin voto.


El Comité Autónomo de la Regla Fiscal cuenta con un equipo técnico, integrado en el gobierno de Iván Duque por economistas ortodoxos y con un director técnico, Andrés Velasco, también ortodoxo.

Este Comité tiene como función hacer un seguimiento a la regla fiscal y propender por la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Condiciones de la nueva regla fiscal

En el parágrafo transitorio 1 del Artículo 5, Capítulo quinto de la Ley tributaria de 2021 se dice:

El balance primario neto estructural del gobierno central no podrá ser inferior a -4,755 del PIB en 2022, -1,4% del PIB en 2023, -0,295 del PIB en 2024 y 0,55 del PIB en 2025.


Igualmente, se introdujo un ancla del 55% del PIB a la deuda neta del gobierno nacional central y un límite del 71%.

Un gobierno restringido por los ortodoxos

Lo anterior significa que el gobierno de Gustavo Petro está restringido por la regla fiscal, por los miembros del Comité de Seguimiento y por los codirectores del Banco de la República, todos ortodoxos, pero lo increíble es que este gobierno haya nombrado a una ortodoxa, la economista Olga Lucía Acosta, como codirectora del Banco de la República.

Se puede afirmar que el gobierno de Gustavo Petro está dominado por la ortodoxia económica, por lo que dejó el gobierno de Duque y por los nombramientos qué él mismo ha realizado de ministros, codirectores del Banco de la República y miembros de la Junta Directiva de Ecopetrol.

Es igual en esto al wokeista Gabriel Boric en Chile, y por supuesto no podrán hacer mucho por las limitaciones fiscales que les imponen los ortodoxos económicos. Y todo en un gobierno que en las elecciones se consideraba antineoliberal, pero que en la práctica es lo contrario. 


El déficit fiscal ha evolucionado hacia arriba

En el gráfico 1 se presenta la evolución del déficit del gobierno central como proporción del PIB de 2010 a 2021 y una proyección para 2022.

Hasta 2019, el déficit estuvo por debajo de 4,0%, pero en 2020 y 2021 creció aceleradamente a 7,8% y 7,42% como consecuencia de la pandemia del Covid-19. Para 2022 se proyecta un déficit de 5,6% o 7,6% si incluye las deudas al Fondo de Estabilización de los Combustibles, como quieren los neoliberales.

Gráfico 1: Déficit fiscal del gobierno central como proporción del PIB

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Fuente: cálculos con base en información del Banco de la República

El endeudamiento externo es creciente

En el período que va de 2010 a 2022, el endeudamiento total del sector central ha aumentado de 34,9% a 65% como proporción del PIB. La deuda creció de 190 billones de pesos, en 2010, a 701 billones en 2021, y se estima terminará el 2022 en 872 billones de pesos.

Gráfico 2: Tasa de endeudamiento del gobierno central como proporción del PIB

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Los déficits fiscales y las tasas de endeudamiento en el mundo aumentan

Las discusiones que se dan en el mundo por parte de los críticos de las reglas fiscales y de endeudamiento público señalan que esas metas son sacadas del sombrero y que no hay ninguna lógica ni razones que expliquen por qué se colocan.


Por ejemplo, en Europa la regla para el déficit fiscal (3,0%) y la tasa de endeudamiento (60,0%) como proporción del PIB que se definió en el tratado de Maastricht, firmado en 1992 entre François Mitterrand de Francia y el canciller Helmut Kohl de Alemania, no obedeció a ningún estudio. Fue una idea de Mitterrand para atraer a Alemania a la Unión Monetaria, pero esas normas casi nunca se han cumplido. 

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Hoy, casi todos los países de Europa tienen déficits fiscales por encima de 3,0% y tasas de endeudamiento superiores a 100%, y nadie ha vuelto a recordarlas. Aún más, se habla de flexibilizarlas y para unos de eliminarlas.

En 2020 y 2021, por el Covid-19, y en 2022 por la guerra en Ucrania, una proporción alta de los países del mundo tuvo déficit por encima de 3,0%. En la mayoría de los europeos fueron superiores a 6,0% y en Estados Unidos de 10,91% en 2021. Nadie ha protestado ni puesto en el grito en el cielo.

Lo mismo pasa con las tasas de endeudamiento externo, que en los países desarrollados están por encima de 100%. Por ejemplo, en 2021, fueron de 128,0% en los Estados Unidos, de 96,3% en Inglaterra, de 118,3% en España, de 69,3 % en Alemania, de258,43% en Japón y así sucesivamente. 


En Colombia fue de 62,7%, con lo que el país se coloca en la mitad entre 176 países, entre las bajas del mundo. Y aquí los economistas ortodoxos se dedican a asustar y a hacer predicciones apocalípticas.

La discusión en Colombia

En Colombia la regla fiscal no se ha cumplido, pero la tasa del endeudamiento como proporción del PIB ha estado por debajo de 71%.

Lo economistas conservadores siguen presionado para que se cumplan estas normas. Estos se encuentran en todas partes, en la academia, en los gremios, en el gobierno y, por supuesto, en el Banco de la República, el centro neoliberal en Colombia.

Con motivo de la propuesta de comprar 3 millones de hectáreas a los  ganaderos, con un costo superior a 60 billones de pesos, se planteó endeudarse en esa cantidad para hacer los pagos correspondientes.


Infortunadamente, desde el ministerio de Hacienda, se contradijo al presidente de la República y a la ministra de Agricultura, con base, supuestamente, en un documento elaborado por la Dirección de Crédito Público, que apelaba al argumento de que se incrementaría la tasa de endeudamiento, acercándose a la meta de 71%.

Hay que dejar el conservadurismo económico

Para los economistas antineoliberales el gobierno puede apelar a la emisión de bonos, o a la emisión monetaria, que hoy es imposible de  llevar a cabo por la orientación neoliberal de todos los miembros de la junta del Banco de la República. 

Esto lo hacen todos los días en Estados Unidos y en el Banco Central Europeo, pero en  un país tan imbuido por las ideas neoliberales desde los ochenta es muy difícil.

Estas idas neoliberales, si no se derrotan, van a llevar a que el gobierno no pueda cumplir sus promesas. Hay que revocar la regla fiscal que impide a los gobiernos actuar. 


O, quedarse callados, como ha sido lo normal en los gobiernos anteriores y dejar de predicar en todas partes y documentos que se va a cumplir la regla fiscal y el ortodoxo Marco Fiscal de Mediano Plazo.

Como dicen muchas corrientes keynesianas y post keynesianas, el gobierno no es un hogar. Se puede endeudar y emitir dinero con objetivos claros de fomentar la producción y el empleo, pues, al crecer la economía, el déficit fiscal bajará, así como la tasa de endeudamiento.

Así, la corriente post keynesiana de la Teoría Monetaria Moderna (MMT) afirma que los gobiernos con soberanía monetaria, es decir, que emiten su propia moneda, como el dólar, la libra, el rublo o el yuan, no tienen problema en endeudarse.

Un país como Colombia tiene su propia moneda, que es el peso colombiano (COP), pero digamos que es una soberanía monetaria limitada porque el mercado interno de capitales es muy débil y debe acudir al endeudamiento externo, con todos los problemas que esto implica.


El Banco de la República podría prestarle plata al gobierno, o comprarle TES a períodos de muy largo plazo y con tasas de interés cercanas a cero. Esto lo hace todos los días la Reserva Federal en los Estados Unidos, que le compra bonos al tesoro. En Europa el Banco Central Europeo emite bonos y con estos recursos se los presta a los países y les regala parte de los recursos obtenidos.

Pero en Colombia es tan fuerte el pensamiento económico conservador que esto se considera un crimen, y mucho menos hablar de emisión  monetaria.

Conclusión

Es necesario realizar en Colombia este debate sobre las reglas fiscal y de endeudamiento del sector central del gobierno, un país que, como Chile, es muy conservador en política económica, que no permite crecer más rápido.

Lo irónico está en el hecho de que ha llegado un gobierno con un programa que se decía antineoliberal y que está sufriendo esta ideología tan enraizada en el sistema. 


La burocracia es muy fuerte y el Presidente ha nombrado equivocadamente a neoliberales, y muchos que vienen de los gobiernos desde hace treinta años permanecen en sus cargos, tecnocracia fundamentalmente de neoliberales. 

Son muchos los ejemplos, los miembros de la junta del Banco de la República, de todas las comisiones de regulación, de las superintendencias, de los ministerios.

No importa ganar el gobierno si sigue la misma tecnocracia que siempre ha respondido a los intereses del sistema, o viene una nueva que adopta la misma ideología, como parece. Ella sabotea a los gobiernos en Colombia y en todas partes.

El  mundo está cambiando, los mitos están cayendo y el neoliberalismo ha mostrado sus flaquezas.


Seguir las ideas ortodoxas no permitirá un país más sólido, con un mayor crecimiento y con reducción del desempleo, sino que continuaremos con tasas de crecimiento raquíticas —de alrededor de 3,0%—, alto desempleo, informalidad, pobreza y desigualdad.

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