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lunes, 7 de octubre de 2024
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Reforma laboral 2023: los fantasmas de los contratos indefinidos y pagos extra

El presidente Petro se refirió ayer a la reforma laboral de este 2023. Más allá de la deseable búsqueda de unas mejores condiciones laborales, hay enormes desafíos por resolver. La productividad y la informalidad, entre los principales.
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Ayer, desde el balcón de la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro dio algunas puntadas sobre lo que se busca con la reforma laboral.

Petro señaló que se quiere reformar las Leyes 50 y 100, a las que llamó las leyes del neoliberalismo. El propósito de esto es “que el día termine a las 6 de la tarde, no a las 10 de la noche” y que se busca que “exista un sábado y domingo que se consideren días de descanso”.


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Lo anterior significaría que, de aprobarse dicha reforma, los trabajadores serían compensados con el pago de extras en el salario si trabajan los fines de semana o los festivos, o si laboran en jornada nocturna, concebida desde las 6:00 de la tarde hasta las 6:00 de la mañana, y no desde las 10:00 de la noche, como ocurre actualmente.

El gobierno también ha propuesto modificar el artículo 179 del Código Sustantivo del Trabajo, de manera que el recargo por horas extra y dominicales sea del 100% y no del 75%, como ocurre actualmente. Y, en cuanto a los contratos, ha dicho que la mayoría deberán ser a término indefinido, salvo en aquellos casos en los que se requieran labores temporales precisas.

Mayor estabilidad laboral y mejores condiciones

En su discurso, el Presidente lanzó duras críticas al empresariado colombiano de mayor escala. “Pretendemos que en Colombia exista estabilidad laboral. ¿Quién le dijo al empresariado grande de este país que se podía construir una empresa más productiva sobre la base de transformar en esclavos a los trabajadores?”, preguntó.

En cambio, planteó que una mayor estabilidad laboral y una mejor remuneración redunda en un mayor compromiso de los trabajadores.

“Si el mundo del trabajo es más estable, las empresas son más estables, el trabajador y la trabajadora llegan a querer la empresa de la cual no son propietarios, llegan a aportar su vida a un enriquecimiento más estable, que debería repartirse en mejores salarios y mejores ganancias”.


La productividad, en el centro del problema

Aunque estos argumentos son, en términos generales, aceptados, la productividad se convierte en un obstáculo difícil de sortear en un país que, más que competir con capital o tecnología, lo hace con mano de obra barata.

En efecto, una mayor estabilidad laboral y una mejor remuneración aumentan los costos laborales y reducen la competitividad, particularmente en un mundo globalizado en el que los fabricantes colombianos deben competir con los de otros países pobres —con condiciones laborales iguales o incluso peores—, tanto en el exterior como en Colombia.

De acuerdo con la OCDE, una hora de trabajo en nuestro país solo genera el 35% del producto promedio de los países que integran este organismo internacional. De acuerdo con el Presidente Petro, Colombia ocupa el último lugar en este ranking, junto a Turquía.

Al comparar con los Estados Unidos, la situación es aún más dramática, pues aquí se necesitan cinco trabajadores para producir lo mismo que un trabajador en ese país de norteamérica.

Factores como la escasa agregación de valor, la reducida innovación y el uso poco intensivo de tecnología contribuyen a mantener baja la productividad laboral de los colombianos. También cuentan la reducida relación entre la formación y las habilidades que demanda el mercado, por un lado, y la aplicación insuficiente de capacidades gerenciales, por el otro.

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Al respecto, el presidente Petro dijo que “ganancia y salario no son un juego de suma cero. En el capitalismo aún se puede crecer ambas, si a la producción se vincula el conocimiento. Y ya presentaremos una reforma laboral en función de la universidad y el conocimiento”.

Sin embargo, el problema es más complejo. Los empresarios y los emprendedores colombianos deben afrontar duras problemáticas, como la competencia de los productos extranjeros (en el mercado interno y externo) y el alto costo país, que resulta de los problemas de infraestructura, la carga tributaria y el alto costo de los servicios públicos.


Estos son temas que no se resuelven a cabalidad mejorando el acceso y la calidad de la educación, y preocupa que, hasta ahora, no hay una política de empleo y de desarrollo empresarial que dé un parte de tranquilidad.

Lo cierto es que el aumento de los costos laborales debe ser compensado con una mayor productividad si se quiere mantener, y ojalá incrementar, la competitividad. No hacerlo puede tener un impacto fuerte en la economía del país y, paradójicamente, en el empleo y la informalidad.

Si la estructura de costos no tiene margen para absorber el incremento de los costos laborales, tanto en las empresas como en los micronegocios la solución es similar: reducir el personal empleado o vincularlo de manera informal. Para las pequeñas y medianas empresas, que en muchos casos tienen márgenes de ganancia inferiores a los de las grandes empresas, el encarecimiento de la mano de obra es un desafío aún mayor.

Se llega así al otro gran meollo del asunto: el de la informalidad.

Informalidad: el otro gran reto

Además de que las empresas y los micronegocios buscarán reducir el personal o vincularlo de manera informal si los costos laborales no son compensados de alguna manera para mantener la competitividad, se tiene el problema de que Colombia es un país con una economía informal enorme.

De quedar consignadas en el texto de proyecto de ley y ser aprobadas por el Congreso de la República, las medidas mencionadas al principio —mayoría de contratos a término indefinido, jornada nocturna más larga y pago de 100% en horas extras, fines de semana y festivos— aumentarán la estabilidad laboral y mejorarán la remuneración de los trabajadores formales, un aspecto sin duda positivo.

Sin embargo, estos no son ni la mitad de los ocupados que hay en Colombia. Según el DANE, en 2022 el 58,2% de los ocupados eran informales. En los centros poblados y rural disperso la proporción de informalidad fue aún mayor, del 84,7%. Y ni qué hablar de los desempleados: en 2022, la tasa de desempleo se mantuvo en dos dígitos —11,2%—.


En el marco de la globalización y del libre comercio, aún no está claro cómo se podrían tramitar estas contradicciones. De no mirarse con cuidado, el país puede terminar con más desempleo e informalidad, y con una brecha aún mayor en la garantía de derechos entre los ocupados formales y los informales. En estas cuestiones, el diablo está en los detalles.

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