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sábado, 27 de diciembre de 2025
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Revoluciones humanas

Diego Cabrejo, Columnista, Más Colombia

Diego Cabrejo

Matemático e Ingeniero Electrónico, Magíster en Matemáticas Puras, Gerente de Riesgo y Co-Founder de la Fintech Prestanza (R). [email protected]

Para llegar a la Inteligencia Artificial – AI, debimos pasar por múltiples revoluciones, desde la elaboración de materiales de piedra, pasando por el dominio de la naturaleza hasta llegar a dominarnos a nosotros mismos. Hoy quiero exponer una perspectiva que resume y explica estas revoluciones: el ahorro de la energía.

El ahorro de tiempo, esfuerzo, fuerza física y emocional son manifestaciones del ahorro de energía, un principio fundamental que ha guiado la evolución de la humanidad. Este ensayo examina varios hitos clave en la historia de la humanidad desde la perspectiva del ahorro de energía, revelando cómo cada avance ha sido una respuesta a la necesidad de optimizar nuestros recursos energéticos.


Empezaremos con la caza, una de las primeras y más revolucionarias actividades humanas. La invención de armas y el dominio del fuego no solo fueron proezas tecnológicas, sino también grandes logros en el manejo eficiente de la energía. La carne, rica en proteínas, vitaminas, aminoácidos, enzimas y hormonas, ofrece un concentrado de nutrientes que, aunque podría ser obtenido de fuentes vegetales, requeriría un considerable esfuerzo en la recolección y selección. El uso de armas y fuego simplificó la obtención de estos nutrientes, ahorrando tiempo y esfuerzo y colocando a la humanidad en la cima de la pirámide alimenticia.

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La transición a la agricultura marca otro hito significativo. Aunque la investigación sugiere que los cazadores-recolectores eran generalmente más saludables que los primeros agricultores —más fuertes, mejor alimentados, y con mayor esperanza de vida, según Paleopathology at the Origins of Agriculture de Mark Cohen y George J. Armelagos— la agricultura facilitó un tipo diferente de economía de energía: la reproducción y la crianza.

A pesar de llevar una vida más ardua, las comunidades agrícolas podían sostener y alimentar a poblaciones más grandes, lo que eventualmente condujo al surgimiento de aldeas y ciudades y a la dominación de las comunidades sedentarias sobre las nómadas.

Después vinieron las armas, las herramientas, el hierro, el cobre, el bronce, pero la verdadera revolución no fueron los materiales, ni los productos que se obtuvieron; la verdadera proeza fue aumentar la temperatura, que podíamos controlar de manera eficiente. Una vez más, la energía, o mejor, cómo usar de manera más eficiente la energía, nos permitió revolucionar nuestra vida: Las guerras, la agricultura y la construcción recibieron cada vez mejores herramientas, más fuertes, más livianas, más flexibles.

El cobre, el bronce, el hierro y acero fueron reemplazando uno al otro, gracias a la verdadera maravilla detrás de todo: las calderas y los hornos. El ser humano había encontrado la manera de aumentar la temperatura, de manera que cada vez más podía derretir más materiales, probarlos, jugar con ellos, moldearlos y enfriarlos, y como combustible se usaba lo que los rodeaba: leña, carbón vegetal, y carbón mineral principalmente. Sin embargo, este paradigma tenía un límite: 1.600°C.


Simultáneamente, la humanidad buscaba maneras de reducir el esfuerzo físico directo a través del dominio de animales, el uso de la energía hidráulica y eólica mediante molinos, y la aplicación de principios mecánicos y químicos.

Esto les permitió a civilizaciones como Europa y China en el siglo XIV automatizar cerca del 40% de su consumo energético, según The Zero Marginal Cost Society de Jeremy Rifkin, liberando recursos para la exploración y dominación global. El descubrimiento de América por parte de los europeos fue la consecuencia de la revolución del uso de los molinos para aumentar la matriz energética de la época.

Con la llegada de la Revolución Industrial, controlamos la energía química del vapor y la hidrólisis, incrementando dramáticamente nuestra capacidad para aplicar fuerza. Luego, la energía electromagnética nos brindó descentralización, con fuentes de poder en cada enchufe, transformando cada aspecto de la vida cotidiana y laboral.

Paralelamente, el petróleo facilitó el transporte autónomo y la independencia de movimientos a largas distancias, mientras que los derivados del petróleo alcanzaron temperaturas cercanas a los 3000°C, impulsando aún más la sofisticación de los procesos industriales.

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Ahora, tenemos los primeros pasos de la Inteligencia Artificial – AI, una tecnología que promete una revolución porque puede mejorar el uso de los procesos industriales, pero en particular porque nos ayuda a ahorrar energía para tomar decisiones.

Si la dejamos predecir y tomar decisiones, nuestro cuerpo va a sentir el excedente de energía y va a permitirle tomar más decisiones y realizar más predicciones, hasta que el mundo que conocemos haya cambiado. Sin embargo, puede que frenemos la revolución de la AI, igual que lo hicimos con la energía atómica. Ya han pasado 80 años desde que la dominamos, pero el miedo nos dominó a nosotros, y lo que pudo haber sido la solución energética para el siglo XX y la mitad del siglo XXI se convirtió en un arma política y militar.

Podríamos haber viajado a la Luna y Marte con la energía atómica, podríamos haber electrificado el mundo, al mismo tiempo que el valor de la energía alcanzara un costo marginal cero. No habría apagones, no sequías, un mundo interconectado y nadie hablaría de emisiones de carbono a la atmósfera, pero este es un presente que sencillamente no existe.


Por último, vale la pena preguntarnos ¿cuál es la siguiente revolución? ¿Cómo puedo liderar un sector que revolucione el mundo? ¿Cómo puedo revolucionar mi entorno? Mi respuesta es: ¿Dónde ves que estamos gastando mucha energía y cómo podemos ahorrarla? En mi experiencia, gastamos mucha energía manejando nuestras emociones, durmiendo, soñando despiertos, viendo pantallas y comiendo, ¡cualquier cambio que hagamos en alguna de estas líneas de trabajo será revolucionario!

Nota: La corrección de estilo del presente artículo fue realizada con ChatGPT.