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domingo, 10 de noviembre de 2024
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Santurbán, la COP16 y la mercantilización de la naturaleza

Andrés Pachón, Columnista, Más Colombia, @AndrésPachónTor

Andrés Pachón

Abogado investigador, magíster en Derecho Público con experiencia en litigio estratégico. Medio ambiente, derechos y desarrollo. Twitter: @AndresPachonTor

El pasado viernes, en Bucaramanga, se llevó a cabo una masiva movilización en defensa del páramo de Santurbán, la estrella hídrica que provee agua a más de 2 millones de personas, incluyendo la ciudad bonita y 48 municipios de Santander y Norte de Santander.

La nueva amenaza es que la multinacional Minesa, que hace parte de un holding financiero de los Emiratos Árabes Unidos, tiene sus ojos puestos en el oro que hay en el páramo de Santurbán, y no cesará en sus intentos de arrancarlo de ese santuario del agua, sin importar el costo.


Para poder materializar su sed de oro en Santurbán, Minesa se alió con Aris Mining, una multinacional canadiense. Ambas presentan proyectos de mediana minería para eludir la regulación de la megaminería, aprovechando vacíos legales para iniciar una extracción por fases. 

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Paisaje urbano de Bucaramanga, también conocida como la ciudad bonita.

La respuesta de la ciudadanía ante este nuevo intento de privilegiar el oro por encima del agua de Santurbán, ha sido contundente. El proyecto carece de licencia social y de respaldo popular. “Nuestro oro es el agua”, clamó la población en la protesta. 

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Ahora le corresponde al gobierno nacional cumplir sus promesas de campaña e implementar medidas efectivas para proteger este ecosistema estratégico. Estas medidas deben incluir mecanismos justos y sostenibles para apoyar la transición económica de los sectores productivos de la región. La conservación debe hacerse con las personas que viven en el territorio desde hace generaciones, y que son las principales guardianas de Santurbán. 

La COP16 y la mercantilización de la naturaleza

La situación con los minerales e hidrocarburos en Colombia refleja la problemática que enfrenta nuestra inmensa biodiversidad. Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo —un ranking que tiene en su top a varios países latinoamericanos— posee una riqueza genética y biológica incalculable que no se aprovecha adecuadamente.  

A pesar de ser una potencia en biodiversidad, el país realiza un aprovechamiento mínimo de estos recursos. Esto se debe a la falta de desarrollo industrial y a un deficiente desempeño en investigación científica. El presupuesto nacional para este sector es irrisorio: 0,02% para 2024, lo que ha significado una reducción del 20% durante el gobierno Petro. 


Quienes sí explotan nuestros recursos, y no propiamente de manera sostenible, son las multinacionales, quienes a partir de las secuencias genéticas registradas en bases de datos obtenidas de nuestra biodiversidad, obtienen insumos esenciales para desarrollar sus industrias farmacéuticas, cosméticas, agroquímicas y biotecnológicas, entre otras.

Y a cambio de todo el valor agregado que generan con esos grandes negocios, a los países dueños de la biodiversidad no nos corresponde casi nada del pastel. Al igual que con el oro, el carbón y el petróleo, las compañías transnacionales se enriquecen con nuestros recursos, a cambio de espejos, mientras el Sur Global se queda con el hueco, la contaminación y los daños y pasivos socioambientales.

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La gran apuesta del gobierno Petro y de la COP16 es que el Norte Global pague por el uso de nuestra biodiversidad. Sin embargo, ¿es conveniente entregar nuestros recursos genéticos a cambio de migajas?  ¿Aceptaremos ser solo proveedores de insumos para las grandes potencias, renunciando a nuestro propio desarrollo productivo e industrial?  

Además, no hay que olvidar que en las COP los Estados Parte no tienen el mismo poder de negociación. No es lo mismo Estados Unidos y la Unión Europea que Ghana, Madagascar, Colombia o Ecuador.

La asimetría en las negociaciones de las COP es evidente. Y los intereses de las superpotencias y de las transnacionales cuyos intereses representan terminan imponiéndose. El lobby de los grandes fondos de inversión, banqueros y del sistema financiero acaban definiendo las orientaciones y acuerdos que salen de estos organismos multilaterales.

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Tanto así que Estados Unidos no ha firmado esta convención de biodiversidad, pero es un observador muy activo, que mueve los hilos de la negociación y promueve las orientaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde se toman las verdaderas decisiones, sumado a las reglas que incluye en los TLC y acuerdos comerciales que celebra directamente con los países.

Los Bonos de Carbono y el Canje de deuda por acción climática son otros mecanismos de financiarización de la naturaleza que tienen el riesgo de conducir a la hipoteca de nuestro patrimonio natural y al despojo. De esto estaré hablando este 23 de octubre en el Banco de la República de Cali, en el Foro Finanzas Climáticas. Inscripciones aquí: https://proco16.com/  


Nos han saqueado el oro, el petróleo y el carbón. Ahora, en plena crisis ambiental,  vienen por nuestras energías renovables, páramos, agua y biodiversidad. Debemos ver más allá de los espejitos y las promesas verdes de la COP16, y no perder de vista las intenciones de mercantilización y privatización de la naturaleza de sus más influyentes promotores.