Confusiones, contradicciones y evidencia científica

Enrique Forero
Botánico de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en biología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Expresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, de Físicas y Naturale
Qué difícil está entender a este gobierno. Yo no recuerdo que otros gobiernos hayan caído en tantas contradicciones de alto nivel como lo que se ha visto con el actual. Es algo así como “confunde y reinarás”.
Viéndolos actuar uno no puede menos que recordar al famoso actor mexicano Cantinflas. Hoy dicen que se va a eliminar la bienestarina, y al rato alguien sale a aclarar que no es eso lo que querían decir.
A continuación, alguien del alto gobierno dice qué se va a hacer con el dinero de Colpensiones y todo el mundo “pone el grito en el cielo”. En minutos sale otro alto funcionario y hasta el Presidente a desmentirlo. Pero el director de Colpensiones sigue ahí, tan tranquilo.
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Durante el gobierno anterior, el candidato Petro se oponía vehementemente a la compra de aviones de guerra. Ya en su presidencia, se anuncia que se invertirán 2.500 millones de Euros en la compra de los aviones, aunque las cifras varían de un medio de comunicación a otro y de un día al siguiente, pero sea el costo que sea, el ministro de Defensa dice que hay que definir cuál es la real urgencia, que es necesario hacer los estudios y que eso va a tomar tiempo.
De todas maneras, algunos ciudadanos nos preguntamos, en medio de nuestra ignorancia y perplejidad, ¿para qué son esos aviones? Que se sepa, no tenemos amenaza de guerra por ninguna parte, ya que Venezuela es el mejor amigo de Colombia en este momento, y los amigos normalmente no se declaran la guerra. ¿De pronto con Nicaragua?
2.500 millones de euros o la cantidad que sea, que de todos modos va a ser alta, servirían para resolver muchos problemas en el país, y así si se contribuiría a la “paz total” con mejor infraestructura vial y, en general, con apoyo a las regiones más apartadas del país. Es que suena bastante extraño que el país “campeón de la vida” y que busca –en buena hora– esa “paz total”, esté pensando en armarse para una guerra que no existe.
¡Y la peor de todas! La tregua multilateral anunciada por el propio presidente en la que, según él, participaría el ELN. Pero no, el ELN ni siquiera sabía que se haría esa tegua y que ellos serían parte de la misma. ¿Quién puede explicar semejante error?
Otra contradicción un poco más sutil pero no menos preocupante es la que se presenta con el divorcio que se está dando entre algunos sectores del gobierno y la evidencia científica y el conocimiento, después de que alcanzamos a ilusionarnos con que “ninguna decisión se puede tomar sin el apoyo de la evidencia científica”.
En el Ministerio de Minas y Energía se ha eliminado a dos personas de reconocida trayectoria en sus respectivos campos, la doctora Belizza Ruiz, viceministra de energía, y –no olvidarlo– el doctor Carlos Vargas, viceministro de Minas por dos o tres semanas casi al comienzo del nuevo gobierno. Ambos técnicos, ambos con las más altas cualificaciones para ocupar esos cargos y con los conocimientos necesarios para ayudar a ponerle orden a ese Ministerio que tanta importancia reviste para el país en este momento, pero que está siendo pobremente manejado.
En este mismo sentido de falta de atención a la evidencia científica, sigue siendo muy preocupante el proyecto de construcción de una base naval en la isla de Gorgona. Bastante información relevante ha sido presentada por investigadores y organizaciones que trabajan en el estudio, conservación y maneo sostenible del océano. Pero el proyecto parece seguir en proceso de realización, manteniéndolo aparentemente con “bajo perfil”. En esto no se debe bajar la guardia, pues la construcción de esa base sería un grave error.
Y ampliando un poco estos comentarios a la importancia de la ciencia y de la evidencia para el desarrollo del país, es necesario dar valor a los esfuerzos que la comunidad científica y académica y la sociedad civil hacen, cada una desde su ámbito de acción, para que el país progrese, a pesar de la falta de atención y de recursos. Pero esos esfuerzos son silenciosos, no llegan a los grandes medios de comunicación y no son sensacionalistas, aunque sí revisten singular importancia.
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Un ejemplo es el “Seminario Taller Colombo-Argentino sobre salud pública, salud socioambiental, justicia ambiental y transición del sistema productivo”, realizado en la ciudad de Magangué en octubre de 2022, con participación de representantes de 17 departamentos y cuatro países y con el apoyo de al menos once instituciones de la sociedad civil y del gobierno, bajo la coordinación general del sociólogo Jorge Eliécer Rivera.
En el seminario se insistió en que no es posible tener salud pública en territorios con hambre y alta contaminación ambiental, se propuso la institucionalización de la “historia clínica ambiental” como parte de las actividades diagnósticas en consultorios y servicios de salud, se lanzó una voz de alerta sobre los altos niveles de contaminación de agua, suelo, aire y alimentos, se habló de la necesidad de una justicia ambiental que contribuya a la paz y al progreso, y se hizo énfasis en la necesidad de un cambio en los sistemas productivos hacia la agroecología, los sistemas agrosilvopastoriles, la acuicultura, etc. Finalmente, el seminario hizo un llamado a una acción urgente para abordar los problemas de la gran Mojana.
En el ámbito de la comunidad académica, desde hace muchos años se celebran congresos nacionales sobre ciencias naturales y ciencias sociales. En noviembre de 2022, se realizó el XI Congreso Colombiano de Botánica en la ciudad de Villavicencio, con participación de más de 700 personas. Es solo un ejemplo, pero uno que ilustra el trabajo tan interesante e importante que llevan a cabo profesores y estudiantes de pregrado y posgrado en muchas universidades del país, y en otras entidades públicas y privadas como jardines botánicos y centros e institutos de investigación, inclusive en las regiones más apartadas del país.
En un congreso como este se presentan estudios que tratan de estrategias de conservación de la naturaleza, organismos genéticamente modificados, etnobotánica con enfoque biocultural, restauración ecológica, mapas de vegetación, edición de genomas de plantas, educación, historia y muchos otros de gran relevancia para la ciencia y para el país.
Uno ve el entusiasmo, la dedicación, la mística con la que las personas que participan en esta clase de eventos realizan sus trabajos, adelantan sus investigaciones, proponen ideas nuevas, y hasta llegan a los congresos y seminarios sorteando grandes dificultades económicas. Los más jóvenes, llenos de ilusiones, con la esperanza de convertirse en los próximos representantes de la ciencia y de las luchas ambientales, van a tener que enfrentar grandes barreras para cumplir sus sueños ante unos gobernantes y una sociedad que ponen oídos sordos a sus llamados de atención.
En estos días en que se discute el Plan Nacional de Desarrollo, estas y otras ideas de los científicos, los educadores y los activistas (en el buen sentido) del ambiente, segura y tristemente pasarán desapercibidas. No están dentro de las prioridades del país ni en la mente de los ciudadanos o de sus gobernantes. Sin embargo, algo se logrará, alguien se sensibilizará sobre estas realidades. Valdría la pena que quienes toman las decisiones en Colombia se asomaran a estos eventos para, ojalá, cambiar su actitud y ver allí reflejado el brillante futuro de una verdadera sociedad del conocimiento, construida sobre pilares sólidos de ciencia, tecnología, educación y medio ambiente hechos en Colombia por colombianos y para colombianos.
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