Frutales: La dulce oportunidad de Colombia

Miller Preciado
Ingeniero agrónomo, especialista en gerencia, MBA con énfasis en Finanzas y estudios de alta gerencia internacional. Gerente de Operaciones de Elite Blu, empresa exportadora de arándanos.
En el vibrante amanecer del mundo agrícola, la genética está tejiendo una revolución silenciosa, cambiando no sólo las plantas que cultivamos sino también las posibilidades que se abren ante nosotros, lo que parecía imposible en el pasado, ahora está al alcance de la mano para lograr una transformación radical en la producción frutícola global.
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Las variaciones de temperaturas y desafíos en el recurso hídrico que trae consigo el cambio climático, está redibujando el mapa agrícola mundial. Lo que una vez fue considerado alarmista, hoy es una realidad palpable en nuestro continente y afecta significativamente la producción agropecuaria y las dinámicas comerciales de frutas, verduras y otros cultivos.
El año 2023 marcó un punto de inflexión en la historia de la agricultura, las adversidades climáticas generaron una oportunidad única para la genética: la necesidad de crear cultivos más resilientes. Esta crisis ha abierto un nuevo capítulo en nuestra relación con la tierra, uno lleno de posibilidades y desafíos.
Pero no todo está perdido, cada desafío trae consigo una oportunidad y es crucial ver estos cambios desde una perspectiva amplia. Recientemente, visité Nuevo Colón, un municipio en Boyacá y lo que encontré fue una revelación, aquí, en esta tierra fértil, había un tesoro escondido, una variedad de frutas que nunca había asociado con la historia frutícola de Colombia: manzanas, peras, duraznos, ciruelas, limones y algunas especies frutales nativas, todas con un potencial increíble.
Colombia, conocida por sus mangos, bananos, piñas, guayabas y papayas, está en el umbral de un nuevo amanecer. Hemos pensado y asumido que estas frutas, con las que crecimos y que hacen parte de nuestro patrimonio cultural, son las únicas que nuestro país puede producir de manera competitiva a nivel internacional, sin embargo, estamos en un punto de cambio, a veces imperceptible para muchos productores, y es que como siempre digo, la evolución de los recursos genéticos está abriendo las puertas a nuevas posibilidades, frutas que requerían bajas temperaturas y que eran típicas del subtrópico, ahora pueden florecer en Colombia gracias al cambio climático y a las innovaciones genéticas. Este es el momento para que Colombia se convierta en un productor internacional de frutales competitivos y únicos.
Durante mi visita, probé todas las frutas que pude. Consciente de nuestra dependencia de las importaciones ¡quedé asombrado!, ¡Colombia está al borde de un dulce despertar!, frutas como manzanas, ciruelas y peras que hasta ahora importábamos, pueden ser producidas localmente, rivalizando en sabor y calidad con los grandes volúmenes de importación.
Este nuevo amanecer en el mundo frutícola no sólo se trata de satisfacer nuestras necesidades internas y estimular las regiones rurales, se trata también de impulsar las exportaciones y crear una canasta agroexportadora robusta y generadora de valor en un mercado en constante crecimiento.
Nuestra oportunidad no reside únicamente en la cantidad, sino en la calidad y el valor nutricional diferencial que nuestras condiciones climáticas pueden aportar a estos cultivos. Al pensar en manzanas, peras o ciruelas, solemos asumir que no se pueden producir de manera competitiva en Colombia. A medida que la pasión que me embarga por el mundo agrícola me lleva a conocer más nuestra ruralidad, puedo afirmar que hay una oportunidad dorada para Colombia en el mercado frutícola mundial.
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Es hora de cambiar nuestra percepción, conocer y reconocer el potencial que se esconde en nuestras tierras. La historia de la producción frutícola de Colombia puede ser reescrita con nuevos capítulos llenos de sabor, color y promesa. La genética, el cambio climático y nuestra pasión por la agricultura están convergiendo para crear una oportunidad única.
Colombia tiene una dulce vocación para crecer en el mercado frutícola mundial. No se trata únicamente de abastecer nuestra necesidad interna o de impulsar las regiones rurales con el consumo de nuestras frutas, sino de impulsar las exportaciones, crear valor y generar una canasta agroexportadora cada vez más fuerte, robusta y generadora de valor en un mercado en constante crecimiento. Estamos al borde de un cambio significativo, donde cada fruta que crece en nuestra tierra no sólo nutre nuestros cuerpos sino también nuestra economía y nuestro espíritu.
En Colombia hay una dulce oportunidad para crecer en el mercado frutícola mundial. Es un momento de despertar, de enfocarnos en el variado potencial que tiene nuestra tierra y de tomar acción para convertir los desafíos en oportunidades. Con el enfoque correcto, podemos no sólo abastecer nuestra necesidad interna sino también impulsar las exportaciones, crear valor y generar una canasta agroexportadora fuerte y robusta en un mercado en constante crecimiento. Es el tiempo de Colombia en el escenario mundial del frutícola, un tiempo de dulce oportunidad y promesa.