La ruralidad en Colombia | Más Colombia
domingo, 9 de febrero de 2025
Inicio  »  Columnistas  »  La ruralidad en Colombia

La ruralidad en Colombia

Miller Preciado, Columnista, Más Colombia

Miller Preciado

Ingeniero agrónomo, especialista en gerencia, MBA con énfasis en Finanzas y estudios de alta gerencia internacional. Gerente de Operaciones de Elite Blu, empresa exportadora de arándanos.

Es innegable que soy un apasionado del agro. Por ende, casi todo lo que escribo se centra en exaltar el gran trabajo que se realiza en el campo.

Provengo de abuelos agricultores que forjaron su futuro y sostuvieron a su familia exclusivamente a través de la producción agrícola, y nunca se desviaron de este camino.


Le puede interesar: Exportador de la semana: así es la empresa que enaltece el cultivo de cacao colombiano y exporta chocolate fino

Cultivando en el Pacífico colombiano, pudieron mantener un estilo de vida humilde pero digno, el cual llevo en mis venas y plasmo con orgullo en estas líneas.

Dado que tengo elementos de juicio para determinar mi perspectiva sobre la ruralidad colombiana, me tomaré la libertad de establecer un diagnóstico basado en mi experiencia, en la historia de mi familia y en mi desarrollo profesional.

Es importante señalar que el título de esta publicación se inspira en un libro de Nicolás Albarracín, en el que describe las interacciones en zonas rurales cercanas a Bogotá. Hoy, presento una versión adaptada a mi experiencia de vida, la cual espero que disfruten.

El mundo rural colombiano es tan amplio y vasto como la historia de nuestras familias; al final, todos somos agrodescendientes, un término que encontré en mi exploración en la comunidad de LinkedIn y en el que ahora creo firmemente, pues destaca la conexión que todos tenemos con la ruralidad, independientemente de las familias y apellidos que nos acompañen.

Ruralidad en Colombia, Más Colombia, Distrito de riego
Ruralidad en Colombia

La oferta de alimentos en Colombia depende en gran medida de la producción agroalimentaria de pequeños y medianos productores, lo que hace innegable la conexión que todos compartimos, ya sea que vivamos en un pent-house o en la cabaña de una finca.


Partiendo de este concepto y sin centrarme en las injusticias ni en lo que creo que ha faltado para dignificar la labor del agricultor, puedo afirmar que la ruralidad en Colombia está llena de personas amables y resilientes, con la capacidad de ver el mundo de una manera diferente -más simple, más sencilla, más tranquila-.

Esa es una vida en la que las expectativas están centradas en buscar el equilibrio y la felicidad, y no necesariamente en acumular grandes riquezas y fortunas.

La ruralidad en Colombia tiene un toque de misticismo y pasión por lo simple, permitiendo sustentar a millones de familias que dependen del agro y la producción local. Sin embargo, es crucial no confundir la percepción de una vida tranquila y sencilla con la privación de condiciones básicas para nuestro desarrollo como sociedad.

Decir que existe una deuda histórica sería reiterativo, pues creo que todos somos conscientes de las dificultades que se viven en la ruralidad en Colombia: falta de acceso a educación de calidad, vías, servicios de salubridad básicos, conexiones tecnológicas asociadas a internet y, con todo ello, una disminución de las posibilidades que tiene la población rural y agricultora de desarrollar nuevas habilidades que permitan aumentar la producción en el campo.

El propósito de este escrito es plasmar la dignidad del trabajo rural. Vivir en el campo es reencontrarse con la naturaleza, establecer o integrar la belleza de lo simple y entender que la búsqueda de la tranquilidad es invaluable.

Lea también: Atención empresarios y emprendedores: lanzan “Fábricas de Productividad y Sostenibilidad”

Vivir en la ruralidad no solo proporciona aire fresco, sino que también permite recobrar la paz para soñar, crear y escribir, como es mi caso. Abracemos la ruralidad en Colombia, busquemos la posibilidad de exaltar este tipo de vida y dignificarla.

El hecho de asociar la ruralidad con pobreza, aunque la estadística ligue los términos, no significa necesariamente que vivir en la ruralidad sea una decisión para gente poco ambiciosa, sin expectativas, como muchos afirman, o con altas privaciones.


Mis abuelos fueron felices; nacieron, crecieron y construyeron una familia en la ruralidad, manteniendo su conexión con el campo hasta sus últimos días.

Hoy, como descendiente de una familia que nació en el Pacífico colombiano, no tengo más que agradecer a esa ruralidad que permitió el desarrollo de mi familia y de muchas otras, lo que me hace sentir orgullo y agradecimiento.

La ruralidad en Colombia está llena de sonrisas, sueños y anhelos. Y, definitivamente, se rodea de todas las posibilidades para sustentar y sostener a una población que nos necesita.

Quiero enfatizar y que se entienda que la humanidad necesita de la ruralidad, como fue en el principio, en el origen de la agricultura. Indistintamente de cómo los humanos hayamos decidido agruparnos, la ruralidad seguirá siendo parte de nuestra historia, nuestra conexión, nuestro mundo y la mayor fuente de sustento. Como mencioné, todos somos agrodescendientes.

Si tienes una historia ligada a las zonas rurales de nuestro país, algo que te rememore recuerdos de infancia y de una vida feliz, rodeado de naturaleza y de bondad, eres definitivamente un agrodescendiente y debes sentir orgullo e intentar establecer una reconexión con esa ruralidad que posiblemente haya quedado en tu pasado.

Hoy, más que nunca, se hace necesario hacerla parte de tu día a día.