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viernes, 13 de junio de 2025
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La fiebre amarilla resurge en Colombia: qué es cierto, qué es mito y quiénes deberían preocuparse

Fiebre amarilla en Colombia 2025: aumentan los casos y las muertes. Expertos explican qué hacer, dónde hay riesgo y qué es desinformación.

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En solo tres meses, la fiebre amarilla ha duplicado los casos registrados durante todo el año anterior en  América. En ese mismo lapso, murieron 53 personas. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) alerta que la situación es seria. Colombia está en la lista. ¿Pero qué tanto debe preocuparnos esta enfermedad? ¿Qué tanto es mito y qué tanto es realidad?

En el pódcast Hablemos de Salud, el doctor Andrea Vicari, jefe de la Unidad de Gestión de Amenazas Infecciosas, y Carlos Torres, asesor en inmunizaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la OPS explican en detalle el origen, el comportamiento, las posibilidades reales de epidemia urbana y lo que se puede hacer ahora mismo.


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¿Qué es la fiebre amarilla y por qué está volviendo?

La fiebre amarilla es una enfermedad transmitida por un arbovirus que es transmitido por la picadura de mosquitos infectados principalmente de las especies Aedes aegypti y Haemagogus.  La mayoría de las personas infectadas ni siquiera se entera. Pero aproximadamente una de cada cuatro desarrolla una enfermedad que comienza con síntomas inespecíficos: fiebre, escalofríos, dolor muscular. Puede pasar en pocos días. Pero no siempre.

Según Vicari, un 15 % de quienes enferman vuelve a presentar síntomas más graves después de una aparente recuperación. En esos casos, el virus ataca el hígado, causa ictericia (piel amarilla) y hemorragias. De ese grupo, entre el 15 % y el 50 % puede morir. El riesgo es real.

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¿Por qué hay más casos ahora?

Vicari explicó que la fiebre amarilla tiene ciclos. Uno es el ciclo que ocurre en áreas selváticas donde los monos son los principales portadores. Los mosquitos que los pican se encargan de  infectar a otros monos. Cuando un humano entra en ese ecosistema —ya sea un trabajador rural, un turista o un viajero— puede infectarse por picadura. A eso se le llama ciclo selvático.

El otro ciclo, más temido, es el ciclo urbano. Ahí, el mosquito Aedes aegypti, que vive en zonas urbanas, pica a una persona infectada y luego a otra sana. Así se amplifica la transmisión humana. Este ciclo no ha ocurrido en América en los últimos 80 años. Pero eso no significa que no pueda ocurrir.


Según Vicari, hay señales de alerta. La fiebre amarilla ha salido del Amazonas y ha llegado a zonas cercanas a grandes ciudades. Esto pasó entre 2016 y 2018 en Brasil, y vuelve a pasar ahora. ¿Por qué? Por la forma en que crecen las ciudades. La expansión urbana ha creado corredores ecológicos donde se mezclan lo selvático y lo urbano. Esos corredores permiten que los mosquitos se acerquen a zonas densamente pobladas.

¿Puede haber una epidemia urbana?

No ha pasado en 80 años. Pero podría volver a pasar.

Vicari fue enfático: no hay garantía de que el ciclo urbano no se active. Basta que una ciudad con buena densidad de Aedes aegypti, tenga personas infectadas, que los mosquitos urbanos piquen a esas personas y se inicie la cadena. El riesgo sigue siendo bajo, pero es técnico, no hipotético.

La fiebre amarilla no es cosa del pasado. Es un virus activo, endémico, con capacidad de mutar su comportamiento, dependiendo del ecosistema y de la movilidad humana. Y en Colombia, las condiciones de contacto entre selva y ciudad están más presentes que nunca.

¿Es cierto que se puede prevenir?

Sí. Y con una sola dosis.

Carlos Torres explicó que la vacuna de fiebre amarilla es de las más efectivas y seguras que existen. Se administra una vez en la vida, vía intramuscular, y empieza a generar inmunidad desde el quinto día. A los 30 días, el 99 % de las personas vacunadas ya están protegidas.

A pesar de esa claridad científica, el mito de que se necesita revacunación periódica sigue circulando. Desde 2013, la OMS estableció que una única dosis de la vacuna es suficiente para garantizar protección de por vida. No hay necesidad de refuerzos en condiciones normales, ni siquiera para viajeros frecuentes. La desinformación en este punto ha generado confusión innecesaria, que debe ser corregida.


La vacuna tiene más de 60 años de uso, con alta evidencia de seguridad. Puede producir molestias leves (dolor en el brazo, fiebre, malestar general) entre el día 3 y el 7 después de su aplicación. Pero no causa fiebre amarilla ni reacciones graves en la mayoría. Solo se deben tener precauciones con personas mayores de 60 años, inmunosuprimidos y embarazadas. En esos casos, el riesgo debe ser evaluado individualmente.

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¿Y si hay escasez de vacunas?

Durante brotes grandes, como pasó en Brasil, se ha utilizado una estrategia llamada “dosis fraccionada”: se aplica una quinta parte de la dosis estándar y aún así se logra inmunidad efectiva por al menos 10 años. Esta medida solo se usa cuando hay escasez de biológicos. No es recomendada como esquema de rutina ni para viajeros internacionales.

Torres explicó que los viajeros que se dirigen a zonas endémicas deben recibir la dosis completa. Y que, por normas sanitarias internacionales, muchos países exigen un certificado de vacunación para ingresar a ciertas regiones.

«Preocúpese si usted vive…»

Cómo identificar zonas de riesgo según el ciclo selvático y el contacto con corredores ecológicos. Con base en esos criterios, y usando el mapa de transmisión del Instituto Nacional de Salud, podemos clasificarlas así:

Alta probabilidad de contagio (Zonas selváticas o periurbanas con brotes activos o circulación viral confirmada)

  • Frontera amazónica: Putumayo, Caquetá, Guaviare, Guainía, Vaupés.
  • Piedemonte llanero: Meta, Casanare, Vichada.
  • Zonas boscosas de Chocó y Nariño.
  • Municipios con antecedentes de brote reciente (varios municipios del Tolima, según reportes de la OPS en 2025).

Riesgo intermedio (Corredores ecológicos urbanos, contacto frecuente con selva, zonas de tránsito)

  • Antioquia (Urabá, Bajo Cauca).
  • Cundinamarca (zona rural y municipios turísticos con parques naturales).
  • Huila, sur de Santander, parte de Boyacá.
  • Norte del Valle del Cauca.

Riesgo bajo (zonas urbanas sin vectores activos o sin contacto con ecosistemas selváticos)

  • Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Manizales, Pereira.
  • Zonas del altiplano cundiboyacense sin vectores registrados.

Un mito recurrente en las ciudades sin riesgo directo es el miedo a que un mosquito llegue en una maleta desde una zona endémica y cause una epidemia. Aunque los expertos no lo descartan totalmente, explican que los mosquitos silvestres no sobreviven largos desplazamientos ni ambientes controlados como los aviones o buses. El riesgo de que un vector llegue en una mochila y cause contagios masivos es extremadamente bajo. La cadena de transmisión requiere condiciones ambientales, ecológicas y de densidad que no se logran con un solo insecto extraviado.

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¿Qué hacer si sospecho que tengo fiebre amarilla?

Los síntomas al inicio pueden parecer un resfriado fuerte: fiebre, dolor muscular, vómitos. Pero si hay historia de exposición reciente a zonas selváticas, o si en tu zona hubo monos muertos o se reportaron brotes, consulta de inmediato.


No hay tratamiento específico para el virus, pero una atención oportuna puede evitar complicaciones. Y es fundamental mencionar al personal médico si estuviste en áreas de riesgo.

¿Cómo actúa la vigilancia?

Vicari explicó que los sistemas de salud vigilan la muerte o el comportamiento extraño de primates no humanos, porque estos pueden dar alerta temprana de circulación viral. Si se detecta un brote en monos, hay una ventana de unas cuatro semanas antes de que pueda haber casos en humanos. Esa alerta permite organizar la vacunación preventiva.

¿Podemos eliminar la fiebre amarilla?

No. Torres y Vicari coinciden en que no es posible erradicarla del todo. No se puede eliminar el virus de los ecosistemas selváticos sin destruir su equilibrio. Pero sí se pueden prevenir las epidemias urbanas.

La clave es vacunar. Llegar al 95 % de cobertura. Actuar rápido ante los brotes. Controlar los vectores. Y, sobre todo, entender que el virus sigue aquí.

Lo que el Estado colombiano debe hacer, y aún no hace

Más allá de las medidas individuales, el Estado colombiano tiene una responsabilidad ineludible. Hay que insistir en que es obligación del gobierno nacional fortalecer al Instituto Nacional de Salud con recursos sostenibles. Hoy está desfinanciado. Este escenario exige que se prioricen las investigaciones entomológicas, ecológicas y virológicas, para establecer si algo más ha cambiado en el comportamiento de los vectores, los monos o el virus. No basta con declarar emergencias: se necesita ciencia, datos y capacidad institucional.