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lunes, 7 de octubre de 2024
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Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La conmemoración surge a propósito del llamado a la huelga por parte de un grupo de trabajadoras textiles en la ciudad de Nueva York en 1908.

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Un año más tarde, en Estados Unidos, cerca de 15 mil mujeres pertenecientes a una organización socialista marcharon en las ciudades de Boston y Chicago para recordar esta fecha. A partir del año 1975 el Día Internacional de la Mujer fue reconocido por parte de la ONU y en el año 1977 la Asamblea de la ONU proclamó el 8 de marzo como día internacional.

Cada año en el mundo millones de mujeres marchan a favor de sus derechos, pero el capitalismo, que todo lo absorbe y todo lo aprovecha, ha convertido el 8M en un día más de ventas de productos “femeninos” con los cuales se pretende supuestamente “homenajear” a las mujeres y, “de paso”, aportar una inyección económica al comercio, tal como ocurre cuando se celebra el día de las madres o el día del amor y la amistad.

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En medio de tanta feria de rosas envueltas en papel celofán, tantas cajas de chocolates y tantos poemas exaltando la ternura, la belleza, la inocencia y la bondad de la mujer, muchas veces se pierde la reflexión de fondo acerca de lo que significa ser mujer en una sociedad patriarcal, autoritaria, desigual y violenta que sigue reproduciendo y validando discursos y actos opresores contra las mujeres.

La persistencia del techo de cristal; las divisiones sexistas de la vocación profesional; las maternidades impuestas; la condena social y legal a las mujeres que quieren decidir sobre sus cuerpos; la persistencia de creencias sobre los mal llamados valores femeninos como la pureza o el instinto maternal, que se siguen transmitiendo de generación en generación; la violencia sexual en variados escenarios y las religiones opresoras, entre tantos otros factores, nos están mostrando permanentemente que a la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres le falta mucho, mucho camino por recorrer.


Entre tanto, el llamado es a continuar en la tarea desde el hogar, desde el aula, desde el espacio de trabajo y, principalmente, desde la construcción de políticas públicas que realmente transformen nuestra sociedad.

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