De machitos progres y otras hierbas | Más Colombia
jueves, 25 de abril de 2024
Inicio  »  Columnistas  »  De machitos progres y otras hierbas

De machitos progres y otras hierbas

Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Grandes escándalos se han desatado en los últimos tiempos alrededor del tema del acoso sexual en las universidades. Infortunadamente, el acoso es una práctica de vieja data de la cual tenemos conocimiento todos y todas los que pasamos alguna vez por las aulas universitarias.

Chismes de pasillo, secretos a voces y advertencias a comienzos del semestre nos ponían al tanto del o de los profesores que hacían comentarios fuera de tono e insinuaciones molestas y, en los casos extremos, chantajes sexuales a cambio de buenas notas. 


Le puede interesar: Atención: ya está abierta la convocatoria de jóvenes voluntarios para escuelas públicas

Mi generación lo veía como algo normal, es decir, como algo que hacía parte de las muchas dificultades de la vida estudiantil e incluso, como algo anecdótico. Pero los tiempos han cambiado y en la actualidad, lejos de resignarse a soportar situaciones tan agresivas y denigrantes, frecuentemente las víctimas denuncian en medios y redes casos que, incluso, han puesto en la palestra a académicos de gran prestigio. 

Hasta ahí, todo muy bien. Infortunadamente, el paso del tiempo no ha traído solamente este, que podríamos calificar como empoderamiento ante el abuso, sino que además ha propiciado el surgimiento y la consolidación de nuevas modalidades abusivas en contra de las y los jóvenes universitarios. 

Esas modalidades se manifiestan mediante relaciones impropias disfrazadas de amistad, camaradería e, incluso, noviazgos entre docentes y estudiantes. La novedad no radica en las relaciones en sí mismas —iluso sería decir que esto es algo novedoso— sino en las estrategias empleadas por estos abusadores para propiciar y mantener ese tipo de relaciones. 

Los abusadores contemporáneos en la mayoría de los casos son los “machitos deconstruidos”, los “aliades” que incluso se autodenominan feministas y defensores de derechos, pero que, con exquisita perversión, eligen el perfil de sus víctimas, en muchas ocasiones, jóvenes con problemas emocionales, económicos o familiares, lo cual las pone en una condición de indefensión superior.

Lea también: Reforma pensional: propuestas de centrales obreras y fondos privados cambiarían significativamente lo que hay

Para estos machitos las universidades son una gran selva llena de presas dispuestas estratégicamente para satisfacer sus necesidades. En el ejercicio de caza, exponen un discurso en el que remarcan que, a diferencia de otros adultos, ellos sí entienden por lo que está pasando una joven porque son los verdaderos “open mind”.


La puesta en escena se hace, por lo general, en lugares en los que se pierde la condición de profesor o de guía —un bar, por ejemplo— porque no hay límites, porque estamos hablando entre “amigos”, entre “colegas”, entre “pares”. De ahí se pasa a espacios más privados y a relaciones confusas y emocionalmente muy abusivas porque en ellas subyacen, claramente, relaciones de poder. 

Las respuestas de estos abusadores cuando se les increpa sobre su comportamiento siempre son las mismas: no era menor de edad; ya no era mi estudiante; cometí un error, pero no volverá a pasar; la diferencia de edad no importa porque él o ella es una persona muy madura; es mi novia, pero en el aula es una estudiante más, y así sucesivamente.

En muchas instituciones no hay reglamentos que impidan este tipo de relaciones. Formalmente, en muchos casos no se pueden tipificar como acoso o abuso; quizá por eso proliferan impunemente. 

Lo único que queda es apelar a la ética, a la responsabilidad de quienes formamos jóvenes y a las directivas universitarias para que nos pronunciemos públicamente en contra de estas abominables prácticas y propongamos soluciones viables.

También de esta columnista: Lo viral