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Ecopetrol enfrenta retos en su apuesta por la energía renovable: rentabilidad, trámites y transmisión

Ecopetrol compra proyectos de energía renovable, pero expertos alertan sobre problemas de rentabilidad, demoras en trámites y fallas en la red de transmisión en Colombia.

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La petrolera estatal Ecopetrol ha dado un paso arriesgado en su estrategia de diversificación energética al anunciar la compra de nueve proyectos de energía renovable (seis solares y tres eólicos) del portafolio que Statkraft, a través de Enerfín, decidió vender en Colombia.

Esta operación, que le sumará 1,3 GW de capacidad renovable, se presenta como un avance importante hacia su meta de superar 900 MW de autogeneración con fuentes limpias. Sin embargo, expertos y calificadoras advierten que la apuesta no está exenta de riesgos.

La adquisición pone sobre la mesa tres grandes preocupaciones: la rentabilidad de estos proyectos frente al negocio tradicional de hidrocarburos, los retrasos e inviabilidad por trámites regulatorios y consultas, y las serias deficiencias del sistema de transmisión eléctrica del país.

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1. ¿Son rentables los proyectos renovables frente al negocio tradicional de Ecopetrol?

Aunque la narrativa oficial de Ecopetrol defiende la necesidad de una empresa “más resiliente” y alineada con la transición energética, el peso del negocio de hidrocarburos sigue siendo dominante. Actualmente, entre el 75% y 85% del presupuesto de inversión (Capex) anual de la compañía se dirige a petróleo y gas, sectores que todavía generan los mayores ingresos y dividendos para sus accionistas.

Para analistas como Celso Melo, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, los renovables no son una alternativa inmediata en términos de rentabilidad. “Los proyectos solares y eólicos requieren grandes inversiones iniciales y tienen retornos a largo plazo. En el corto plazo, podrían generar flujos de caja negativos, afectar la acción en bolsa y reducir los dividendos para inversionistas privados”, explica.

La situación es especialmente sensible en un contexto en el cual la estabilidad fiscal del país está en juego. Moody’s advirtió que el endeudamiento adicional de Ecopetrol para financiar su transición energética podría presionar su calidad crediticia, en un momento en que Colombia ya enfrenta riesgos de perder su grado de inversión.

2. Tramitología y conflictos con comunidades: una barrera estructural

Más allá de la lógica financiera, los proyectos renovables en Colombia enfrentan un laberinto regulatorio y social que ralentiza su ejecución. Según expertos del sector, el 70% del tiempo que toma un proyecto corresponde a trámites con terceros, y solo el 30% a las actividades propias de construcción y operación.

Roberto Lares, gerente de Wärtsilä Colombia, señaló que “muchos proyectos están varados por demoras en licenciamientos y consultas previas con comunidades indígenas y afrodescendientes, especialmente en zonas como La Guajira”. Este departamento, clave para el desarrollo eólico, se ha convertido también en un epicentro de tensiones sociales y territoriales que dificultan la instalación de infraestructuras.

A esto se suma una “actitud de esperar y ver” por parte del empresariado colombiano, como lo describe Juan Carlos de Yeregui, director de J.P. Morgan. Esta postura refleja la incertidumbre frente a los marcos regulatorios, la estabilidad institucional y la capacidad del Estado de garantizar condiciones para ejecutar grandes proyectos energéticos.

3. La transmisión: el cuello de botella de la transición energética

Aunque Colombia tiene un enorme potencial en energías renovables —especialmente solar y eólica—, su integración al sistema eléctrico nacional está limitada por una infraestructura de transmisión obsoleta y saturada. La Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) ha reconocido retrasos de más de una década en la expansión de la red, lo que impide atender la demanda en varias zonas del país.

“Puedes tener una granja solar lista para operar, pero si no hay líneas para evacuar la energía, el proyecto simplemente no entra en funcionamiento”, advierte un alto funcionario del sector eléctrico. Esto ha afectado incluso a proyectos que ya cuentan con financiación y permisos, generando sobrecostos y pérdida de confianza de los inversionistas.

Las debilidades del sistema eléctrico colombiano quedaron en evidencia durante el fenómeno de El Niño, que redujo drásticamente las reservas hídricas y generó alertas sobre racionamientos. En ese contexto, las energías renovables podrían haber sido una tabla de salvación, pero su baja participación —apenas 1,4% de la matriz— y las fallas en transmisión mostraron los límites del modelo actual.

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La paradoja de Ecopetrol: transición sin abandonar el petróleo

En medio de estos desafíos, Ecopetrol se obstina en su intento de cambiar su tradicional objeto social. Pero la transición energética no implica abandonar de inmediato el negocio tradicional. La compañía ha dejado claro que los hidrocarburos seguirán siendo la columna vertebral de su modelo por varios años más.

Esto crea tensiones con el gobierno de Gustavo Petro, que ha impulsado un discurso de descarbonización acelerada y ha suscrito tratados internacionales como el de No Proliferación de Combustibles Fósiles. No obstante, voces como la del exministro Amylkar Acosta recuerdan que “peor que depender de los hidrocarburos es depender de su importación”, en alusión al creciente déficit de gas natural que enfrenta el país.

Transición con realismo

El caso de Ecopetrol ilustra las complejidades de una transición energética en un país que depende estructuralmente del petróleo, pero que también es vulnerable al cambio climático. La compra de proyectos renovables puede ser una jugada estratégica de largo plazo, pero no resuelve los problemas estructurales que enfrentan estas tecnologías en Colombia y si puede deteriorar las finanzas tanto de la empresa como del Estado.

Agilizar trámites, mejorar la relación con comunidades y acelerar la expansión de la red de transmisión son condiciones indispensables para que estas inversiones sean realmente útiles. Mientras tanto, el equilibrio entre sostenibilidad, rentabilidad y seguridad energética seguirá siendo una ecuación difícil de resolver para la empresa más grande del país.

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