Un 7 de noviembre y dos grandes mujeres científicas

Guillermo Guevara Pardo
Licenciado en Ciencias de la Educación (especialidad biología) de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, odontólogo de la Universidad Nacional de Colombia y divulgador científico.
Desde que en la historia de la humanidad aparecieron las clases sociales las mujeres han sufrido, con mayor o menor intensidad, discriminaciones de diversa índole.
Eso no sucedía en los grupos de nuestros ancestros Homo de hace millones a miles de años: las Evas prehistóricas desempeñaban labores semejantes a las de los hombres.
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Es posible que herramientas de piedra desenterradas en diferentes sitios arqueológicos fueran elaboradas por las habilidosas manos de alguna talladora, como también podemos imaginar a destacadas pintoras plasmando su arte en las paredes de cavernas y riscos.
Las casas de la antigua Grecia tenían un cuarto especial para confinar las mujeres, el gineceo. En el canto primero de la Odisea el insolente Telémaco insulta a su progenitora, Penélope, porque esta pide que el aedo deje de cantar las desgracias de los griegos después de haber destruido Troya:
«Madre, marcha a tu habitación y cuídate de tu trabajo, el telar y la rueca, y vigila que las esclavas cumplan con sus tareas. La palabra debe ser cosa de hombres, de todos, y sobre todo cosa mía, porque yo estoy al mando de este palacio»; en algún pasaje de la Ilíada Zeus insulta a su esposa, la diosa Hera, con un grosero «¡calla la boca!».
La actividad científica no ha sido ajena a la odiosa discriminación contra las mujeres. En Alejandría Hipatia fue desollada, descuartizada y quemada por una turba de fanáticos cristianos coptos que la acusaban de bruja. Su pecado: ser bella, filósofa, matemática e interesarse por estudiar los arcanos del cosmos.
También en el arte hay historias de violencia contra la mujer: Artemisia Gentileschi, a los 18 años de edad, fue violada por su maestro, el pintor Agostino Tassi, contratado por su padre pues a las mujeres les estaba vedada la enseñanza en las academias de Bellas Artes.
Un 7 de noviembre nacieron dos mujeres que serían grandes en el campo de la ciencia y que sufrieron discriminaciones muy parecidas.
En 1867, en Varsovia, nació Maria Salomea Sklodowska, conocida mundialmente como Madame Curie, mientras que, en 1878, en Viena, venía al mundo Lise Meitner. Ambas, cuando lograron acceder a la educación superior brillaron en el campo de la física y las matemáticas.
Sus nombres quedaron inmortalizados en la tabla periódica con los elementos químicos curio (compartido con el esposo de Maria, Pierre Curie) y el meitnerio.
Madame Curie contribuyó grandemente a la comprensión del fenómeno de la radioactividad, manifestación de nuevas fuerzas naturales.

Cuando llegó a París, a la Sorbona, sufrió penurias económicas y discriminaciones por ser mujer y extranjera. Su tenacidad y gran inteligencia le permitieron superar las dificultades que tuvo en su carrera científica. Ganó dos premios Nobel: el de Física de 1903 compartido con Henri Becquerel y Pierre Curie, y sola, el de Química, en 1911.
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Con su esposo, descubrió dos nuevos elementos químicos a los que llamó polonio y radio. Fue la única mujer presente en el Congreso Solvay de 1927 donde se codeó con los más grandes investigadores de la época.
Por su parte, Lise Meitner se trasladó de Viena a Berlín para poder continuar con sus estudios y adelantar sus investigaciones.

Para ella, de ascendencia judía, las circunstancias tampoco fueron muy favorables; por su origen étnico huyó, con la ayuda de otros científicos, de la Alemania controlada por el nazismo hacia Suecia, donde tampoco fue bien tratada.
Contribuyó al descubrimiento del elemento químico protactinio y aclaró el proceso de fisión nuclear, investigación en la que trabajó junto a Otto Hahn durante más de 30 años.
A Hahn le concedieron el Premio Nobel de Química de 1944, y en un acto canallesco cuando fue a la ceremonia de entrega de la preciada medalla, para nada reconoció el aporte de su colega investigadora.
La científica austriaca quiso trabajar con Madame Curie, pero no le fue posible, aunque participó con ella en el Congreso Solvay de 1933. La importancia de Lise Meitner fue tan destacada que Albert Einstein la llamaba cariñosamente «nuestra Marie Curie».
Cuando fue invitada a unirse al Proyecto Manhattan lo rechazó de manera contundente pues sabía qué tipo de arma era la que se estaba construyendo: «¡No tendré nada que ver con una bomba!».
Fue la única persona vinculada a la ciencia que declinó la invitación de Robert Oppenheimer. Quedó eclipsada en los premios Nobel de 1944 y en la muy promocionada película Oppenheimer.
Sin sus contribuciones teóricas y experimentales la producción del artefacto que masacró innecesariamente miles de seres humanos en Hiroshima y Nagasaki, habría demorado un poco más.
La vida de estas dos magníficas científicas son ejemplo para las mujeres dedicadas a la investigación científica o que desean estudiar cualquier rama de la ciencia.
Las científicas colombianas sufren una discriminación muy grave: la falta de financiación, pues el gobierno de Gustavo Petro destinó el peor presupuesto de los últimos tiempos para apoyar la poca ciencia que se hace en el país.
Si los gobiernos anteriores ahorcaron financieramente la investigación científica y tecnológica, el actual, que ganó con la promesa del cambio, ha apretado aún más el nudo de la soga.
Petro, sus aliados del Pacto Histórico y los advenedizos de última hora que lo acompañan siguen hundiendo a Colombia en el pantano de la ignorancia y el atraso tecnológico, bellaquería que acompañan los poderes mundiales y las élites criollas.