Deslocalización de la industria: nearshoring, friendshoring y la reindustrialización de los países desarrollados
Con la globalización, las empresas se enfrentan a una dura competencia con las empresas de otros países, por lo que están en una permanente búsqueda de eficiencias. La deslocalización ha sido, desde hace años, una de las estrategias implementadas por las empresas para mejorar su competitividad.
La deslocalización se refiere al traslado de una parte de la infraestructura industrial a sitios en los cuales puede tener diversos tipos de ventajas. Las ventajas tradicionales se refieren a la disminución de los costos de producción y, en consecuencia, al aumento de los beneficios.
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Sin embargo, y aunque la búsqueda de eficiencias se mantiene, la guerra en Ucrania y la pandemia han llevado a un replanteamiento de la deslocalización, que ha llevado a sustituirla en muchos casos por la búsqueda de proveedores cercanos y amigos.
¿Qué se buscó con la deslocalización?
En el periodo reciente, particularmente desde la década de 1990, estos traslados de ubicación han tenido que ver con el costo de la mano de obra, como fue el caso de la relocalización en México de las maquilas estadounidenses, ocurrida en los años setenta y ochenta.
También ha sido importante contar con estándares ambientales más laxos, de manera que, en casos como la minería, los costos ambientales no se incluyan en los precios finales de los productos sino que sean asumidos por el país de destino de las inversiones.
Otro factor que definió el destino de las nuevas empresas es el de la seguridad laboral, que se refiere no solamente a los costos salariales, sino a la estabilidad, la capacidad de solucionar los conflictos por medio de negociaciones y la disponibilidad de mano de obra calificada para el tipo de actividad que se va a realizar.
Igualmente, el aspecto tributario ha sido clave para los procesos de deslocalización. Los países que han recibido las inversiones han sido escogidos por tener una política fiscal más laxa, bajos impuestos, reglas tributarias estables, facilidades para la repatriación de utilidades y estabilidad macroeconómica.
Quiénes se beneficiaron con la deslocalización
La tendencia hacia la deslocalización se ha venido generalizando desde los años 80 del siglo pasado. Los países que más deslocalizaron sus industrias son Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón y Australia.
Sus flujos se destinaron a lugares como México, India, China, Taiwán o Corea del Sur, y posteriormente se incluyeron países periféricos como Pakistán, Bangladesh y Vietnam.
Así, en el comercio mundial comenzaron a generalizarse las etiquetas de hecho en (made in) China, hecho en Vietnam y hecho en India, entre otras.
Un ejemplo conocido de deslocalización es el de la empresa española Zara, que trasladó sus plantas manufactureras a países como China, India y Brasil. Si bien en esos países se fabricaban sus productos, el diseño y la estrategia de comercialización se mantuvieron en el país de origen.
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Estas decisiones llevaron al desarrollo de cadenas productivas mundiales, por lo que el 82% de sus empleados son asiáticos, el 12% turcos y el 3% marroquíes, según el periodista de investigación español Alvaro Merino.
La pandemia mostró los límites de la deslocalización
Una consecuencia de la deslocalización llevada a cabo por las grandes potencias fue que algunos de los países destino de la deslocalización comenzaron a industrializarse y a producir bienes que competían con los originales. Y, a su vez, deslocalizaron parte de su producción.
Cuando llegó la pandemia en 2020, los países industrializados se percataron de que dependían críticamente del abastecimiento de manufacturas en el extranjero y que habían sufrido un proceso de desindustrialización.
Un caso ejemplar fue la escasez mundial de tapabocas, cuya producción estaba centrada en China. Lo mismo ocurrió con productos de alto desarrollo tecnológico como los chips, las autopartes y los teléfonos celulares.
En efecto, la pandemia trajo consigo la parálisis de parte del comercio y el encarecimiento de los costos del transporte. Estos desajustes rompieron o afectaron significativamente las cadenas de suministro, como lo muestra la ya famosa crisis de los contenedores.
Nearshoring y friendshoring: tipos de deslocalización en auge
Ante la desindustrialización de muchos países desarrollados ha surgido la tendencia contraria, es decir, a intentar recuperar las industrias que se deslocalizaron. Esto explica en buena medida el auge de tendencias nacionalistas, muchas de ellas opuestas a la globalización.
Políticos como Donald Trump hicieron de la reindustrialización la base de su plataforma y en estos enfoques continuados por Biden está la base de la guerra comercial contra China.
La agudización de las contradicciones geopolíticas ha puesto de moda el intento de establecer cadenas de suministro más cercanas (nearshoring) o de dar preferencias en ellas a las regiones o países más amigables (friendshoring).
De esta forma, se han comenzado a trasladar empresas a Latinoamérica o a sitios considerados más confiables y seguros. Sin embargo, esto choca con una evidente realidad económica: los países que fueron destino de la deslocalización tienen en su mayoría grandes mercados, como es el caso de India y China.
Por esta razón, las grandes empresas que deslocalizaron su producción hacia ellos pueden obtener jugosas ganancias al abastecerlos o utilizarlos como plataforma para llegar a los mercados asiáticos, que son los de desarrollo más dinámico a nivel mundial.
Si bien se viene dando una reorganización del comercio mundial que está rediseñando el mapa de las exportaciones, aún no hay claridad sobre cuáles tendencias prevalecerán.