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viernes, 24 de octubre de 2025
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La Puerta Falsa y la lección sobre la factura electrónica de la DIAN en Colombia

Un correo electrónico sin actualizar bastó para que la DIAN cerrara el restaurante más antiguo de Bogotá. Detrás del aviso amarillo hay una advertencia sobre la facturación electrónica en Colombia y lo que no pueden ignorar las empresas.
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 El viernes 17 de octubre, los turistas que buscaban chocolate con queso en el centro de Bogotá encontraron otra postal: el letrero amarillo de la DIAN en la puerta de un ícono. La Puerta Falsa estuvo cerrada tres días por un error que no tuvo que ver con evasión, sino con algo más común: un correo electrónico olvidado.

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El cierre que nadie esperaba

La noticia corrió rápido por redes sociales y portales locales. La Puerta Falsa, ese pequeño restaurante junto a la Catedral Primada de Bogotá, había sido cerrada por la DIAN. El aviso en la fachada decía que la medida era temporal. En realidad, fueron tres días de suspensión por una inconsistencia administrativa. No hubo evasión, ni deuda, ni fraude. Solo un error: la dirección de correo registrada ante la entidad estaba inactiva y las notificaciones nunca llegaron.


Durante ese mismo operativo, la DIAN clausuró 46 establecimientos más entre restaurantes, bares, tiendas e incluso dos instituciones de salud. La entidad explicó que todos los casos estaban relacionados con fallas en la facturación electrónica y en el cumplimiento de obligaciones tributarias como el IVA y las retenciones. En 2025 ya se habían expedido 272 actos administrativos por razones similares.

La directora seccional de impuestos de Bogotá, Patricia González Vasco, aseguró que el propósito de estas acciones no es castigar sino fortalecer la cultura del cumplimiento. “Las jornadas no buscan sancionar, sino garantizar que todos los contribuyentes cumplan con la legalidad”, declaró.

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Un ícono capitalino en pausa

La Puerta Falsa nació en 1816, cuando Bogotá aún era Santa Fe. Sobrevivió a guerras, dictaduras, al Bogotazo y a la pandemia. Que un negocio con más de dos siglos de historia fuera sancionado por un correo electrónico mal registrado dice mucho del presente: la tradición no exime del sistema digital.

El restaurante reabrió el lunes 20 de octubre y publicó un mensaje en redes: “No somos evasores de impuestos. No tenemos deudas con la DIAN ni con ninguna otra entidad o proveedor. La sanción se dio por un error en la comunicación”. El aviso, escrito con respeto y algo de resignación, se volvió viral. Muchos lo leyeron como una defensa de la honestidad; otros como una prueba de que ningún negocio, por emblemático que sea, puede pasar por alto las normas tributarias. 

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Por qué ocurrió y cómo evitarlo

El caso sirvió para aclarar algo que la DIAN ha repetido desde que implementó la facturación electrónica obligatoria: el sistema no distingue tamaños. Una tienda de barrio, una cafetería universitaria o un restaurante patrimonial deben cumplir las mismas reglas.


Para evitar sanciones, la entidad insiste en tres acciones básicas:

  1. Actualizar los datos de contacto en el Registro Único Tributario (RUT). Un correo inactivo o mal digitado puede bastar para perder una notificación.
  2. Emitir todas las facturas electrónicas y revisar que el software autorizado esté funcionando correctamente.
  3. Cumplir con los pagos del IVA, las retenciones y el impoconsumo dentro de los plazos establecidos.

La DIAN también recomienda a los contribuyentes revisar el buzón de mensajes electrónicos y usar los canales de atención disponibles, como el sistema PQRS o el número de WhatsApp oficial (+57 311 583 0000), para resolver inconsistencias antes de que deriven en sanciones.

Lo que dejó el caso La Puerta Falsa

El episodio evidenció la distancia entre los negocios tradicionales y la burocracia digital. Muchos comerciantes antiguos siguen viendo la facturación electrónica como una trampa tecnológica, cuando en realidad es una obligación legal con beneficios: facilita el control contable, reduce errores y protege al contribuyente frente a acusaciones injustas.

En el fondo, lo que ocurrió con La Puerta Falsa fue un recordatorio de que la historia no se libra de la norma. Cumplir a tiempo, revisar la información y adaptarse al sistema son ahora parte del oficio, tanto como preparar un buen tamal o un chocolate espeso.

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Tres días de cierre fueron suficientes para dejar una enseñanza que vale más que cualquier multa: en Colombia, la tradición también debe aprender a responderle a la DIAN.